El poder sanador de la Eucaristía

Reflexiones Diarias

Reflexiones de las Buenas Nuevas:
Haciendo que las escrituras sean significativas
para tu vida diaria.

por Terry Modica

Reconocer nuestro quebrantamiento

“Una familia rota está lastimada para siempre, a menos que Jesús se transforme en el centro de la vida de cada uno de sus miembros.”


Reflexión de las Buenas Nuevas para:

Martes de la 3ra. Semana de Pascua
Abril 16, 2024

Oración para hoy:

Señor: dame la sabiduría necesaria para descubrirte cada día, como el alimento y el sostén de mi vida. Amén.

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Lecturas de hoy:

Hechos 7, 51 — 8, 1a
Salmo 30, 3cd-4.6-8a.17.21ab
Juan 6, 30-35
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/041624.cfm

El poder sanador de la Eucaristía

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En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús se presenta a sí mismo como “el pan de vida”. ¿Qué significa ser pan? ¿Y cómo afecta eso la vida?

Los aspectos prácticos de proveer la comunión a grandes cantidades de personas, hace necesario que se utilicen pequeñas obleas blancas de pan para la cena pascual, pero que no se parecen mucho a un pan. En los primeros años, los cristianos celebraban la cena del Señor con pan real y ellos mismos tomaban sus propios pedazos después de convertirse en el Cuerpo de Cristo. Nos hemos olvidado del sentido enriquecedor de compartir el “pan” en la Eucaristía.

Durante las oraciones de consagración, Jesús viene a nosotros plenamente, con toda su humanidad y divinidad, en una forma que podemos tocar. Lo podemos sostener. Lo podemos besar. Lo podemos consumir y, al asimilarlo en nuestro propio cuerpo y unirnos a él, somos consumidos por él y nuestras vidas se convierten en su vida (si no rechazamos esa vida en el momento que salimos de la iglesia). ¡Un encuentro así con Dios nos debería cambiar cada vez!

¿Por qué, entonces, no todos los católicos que reciben la comunión se van transformados de la Misa? Al recibir la plenitud del mismo Jesús, sin importar la atención que hayamos puesto, deberíamos salir más santos que cuando entramos.

Antes que Jesús distribuyera el pan Pascual a sus discípulos, él lo partió. Fue el pan partido que les dio cuando dijo, “Tomen y coman, este es mi cuerpo que será entregado por ustedes.” Somos, de hecho, transformados cuando nos damos cuenta de que nos estamos uniendo al quebrantamiento de Cristo.

Fue el quebrantamiento de Cristo el que nos sacó del mal. Por lo tanto, es en nuestro quebrantamiento que nuestra humildad nos une a Cristo, es en nuestro quebrantamiento que somos liberados del poder del mal. Un espíritu quebrantado está dispuesto a depender de Dios en vez de en sí mismo. Un corazón quebrado necesita el amor que ningún humano, más que el divino Jesús, es lo suficientemente perfecto para dar. Una familia quebrada está herida por siempre, a menos que Jesús sea el centro de la vida de cada uno de sus miembros y, cuando queremos reconciliarnos, pero la otra persona se niega, le entregamos nuestro corazón quebrado al amor perfecto del único que nos puede sanar.

Reconocer nuestro quebrantamiento es lo que hace que el cambio comience dentro de nosotros. Aceptar las bendiciones de nuestro quebrantamiento es lo que permite el cambio. Ofrecer al Señor nuestro quebrantamiento — para ser utilizado en el servicio de amor para los demás al igual que Jesús — es lo que completa la transformación.

Esto es lo que significa realmente recibir a Jesús, el pan de vida, en la Eucaristía.

© 2024 por Terry A. Modica

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