Cuestión de vida o muerte

Reflexiones Diarias

Reflexiones de las Buenas Nuevas:
Haciendo que las escrituras sean significativas
para tu vida diaria.

por Terry Modica

Confío en que el Señor es más fuerte que yo


Si queremos tener paz y una buena vida debemos dejar de salvarnos a nosotros mismos y dejar que Dios lo haga por nosotros.


Reflexión de las Buenas Nuevas para:

Viernes de la 18va. Semana del Tiempo Ordinario
Agosto 9, 2024

Oración para hoy:

Te alabo y te doy gracias Señor, porque entregaste tu propia vida para salvarme. Ayúdame a imitarte renunciando a mí mismo y dejando que Tú conduzcas mi vida. Amén.

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Lecturas de hoy:

Nahúm 2, 1.3; 3, 1-3.6-7
Deuteronomio 32, 35cd-36ab.39.41
Mateo 16, 24-28
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/080924.cfm

Cuestión de vida o muerte

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“Soy yo el que da la vida o la muerte,” dice el Señor en el salmo responsorial de hoy. En la primera lectura leemos: “¡Mira sobre las montañas, viene el que trae la buena noticia, el que anuncia la paz!” No hay mayor paz que dejar a Dios estar a cargo, completamente, de cada una de nuestras decisiones, nuestra comprensión y nuestra falta de comprensión, nuestro descubrimiento de la verdad y nuestra vida.

Jesús, que es el portador de las buenas noticias, lo explica en la lectura del Evangelio de hoy: si queremos tener paz y una buena vida, debemos dejar de salvarnos a nosotros mismos y dejar que Dios lo haga por nosotros.

No somos capaces de asegurar nuestra propia felicidad aquí en la tierra ¡ni qué pensar eternamente en el cielo! No entendemos qué está pasando, aunque tratamos y en nuestros intentos por sentirnos seguros en nuestra visión de la vida, creemos en nuestras percepciones limitadas — en detrimento nuestro.

Si pudiéramos ser transportados en oración, aunque sea por un momento, hacia la eternidad y pudiéramos ver todo desde la perspectiva del cielo, golpearíamos nuestras frentes y diríamos: “¡Pero! ¿Cómo no me di cuenta de eso antes?”

Sólo Dios ve el panorama completo, la verdadera ruta hacia la felicidad y la paz, y nunca nos lo comunica a nosotros únicamente. No somos lo suficientemente inteligentes para escucharlo correctamente por nosotros mismos. Necesitamos la ayuda de una comunidad: un director espiritual, amigos cristianos, un confesor, etc. Y, también, necesitamos confiar en el Espíritu Santo que nos hablará a nosotros en nuestros corazones y luego lo confirmará  a través de otros.

Confiar en el Señor significa aceptar que somos tontamente estúpidos, comparados con su sabiduría y conocimiento. No debemos confiar en nuestras propias habilidades para tomar decisiones acertadas sin su consejo, ni podemos confiar en nuestra habilidad para discernir correctamente esa guía. En la humildad de ese descubrimiento, abrimos nuestras vidas a la divina dirección e intervención.

Una de mis oraciones favoritas es: “Señor, agárrame de los tobillos hoy y no me dejes deambular fuera del camino que tú deseas para mí.” No puedo confiar en mí misma para saber dónde me está llevando el Señor pero puedo confiar en que el Señor es más fuerte y grande que yo. Todo lo que necesita de mí es mi deseo de ser guiada por él. En sus manos estoy segura. Él me corrige cuando me equivoco, me re-direcciona hacia conclusiones correctas e incluso me detiene en mi camino, cuando mi tonto cerebro testarudamente se rehúsa a prestar atención.

Esto es abandonar nuestras vidas por el bien de encontrar vida. ¿Da miedo? ¡Claro! Negarnos a nosotros mismos (dejar de lado nuestros caminos, nuestras ideas de cómo encontrar la felicidad) para confiar en Dios es, verdaderamente, una pérdida que finalmente nos da la mejor de las ganancias y es una cuestión de vida o muerte.

© 2024 por Terry A. Modica

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