Quitando las máscaras de la hipocresía
Reflexiones de las Buenas Nuevas:
Haciendo que las escrituras sean significativas
para tu vida diaria.
por Terry Modica
La Hipocresía mata lentamente nuestra verdadera identidad, dada por Dios.
Reflexión de las Buenas Nuevas para:
Miércoles de la 21ra. Semana del Tiempo Ordinario
Memorial de San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia
Agosto 28, 2024
Oración para hoy:
Maestro, tú me conoces desde siempre. Tú sabes cuándo soy fiel y cuándo soy infiel y, aun así, sigues confiándome aquella tarea que siempre pensaste para mí. ¡Gracias por tu fidelidad! Amén.
¡MEJORA TU DÍA!
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Lecturas de hoy:
2 Tesalonicenses 3, 6-10.16-18
Salmo 127, 1-2.4-5
Mateo 23, 27-32
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/082824.cfm
Quitando las máscaras de la hipocresía
En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús define hipocresía como un “sepulcro blanqueado”, parece santo y limpio en su apariencia externa, pero muerto y sucio en el interior. Este es el peligro de no ser compasivo por la religiosidad y la ley, tal como lo expresó Jesús en los versículos anteriores.
Todos caemos en la hipocresía de vez en cuando. Por ejemplo, cuando un acto de amabilidad tiene un motivo legalista (haciéndolo por obligación en lugar de por compasión), nuestra bondad está sólo a nivel piel, no enraizada en el corazón.
Cuando alguien nos dice: “No me gustó la forma en que me trataste cuando …” nos ponemos la máscara de escuchar, pero nuestro rostro escondido se contrae con una sucesión de pensamientos hirvientes de autodefensa, porque estamos más preocupados por nosotros que por el dolor de la otra persona.
Usamos la máscara de la hipocresía porque nos ayuda a sentirnos protegidos y seguros. En realidad, es mortal para nuestras interacciones con los demás; interviene con el amor que da vida. Sólo cuando somos vulnerables podemos preocuparnos genuinamente por los demás y abrirnos para recibir la bondad de otros. Esto es cierto también cuando tenemos razón y la otra persona está equivocada, e incluso cuando la amabilidad es inconveniente.
¿Y qué pasa si somos heridos? Jesús siempre está con nosotros, besando nuestras heridas.
La hipocresía mata lentamente nuestra verdadera identidad dada por Dios. Si usamos esta máscara durante mucho tiempo, perdemos consciencia de quién somos realmente y cuál es nuestro verdadero valor. Aquellos que se encuentran con nosotros no ven a la persona que Dios creó, por eso, los fariseos estaban “llenos de mugre y huesos de hombres muertos.”
¿Cuán sucio y muerto estás por dentro? Responde a esto preguntándote: ¿cuánto del amor dador de vida de Dios estoy experimentando? ¿Fluye de mí tanto como lo que está llenándome?
En la primera lectura de hoy, San Pablo hace diferencia entre aquellos que se apartan de los caminos de Dios y aquellos que siguen las tradiciones recibidas de los Apóstoles. Como Pablo lo describe, la tradición cristiana es de servicio amoroso: sin desorden, ni imposiciones sobre los demás, trabajo duro en el servicio al Reino de Dios. Pablo y su equipo de ministerio se ocupaba de la gente que pastoreaba, tanto era así que los asistían incluso en los trabajos forzados, pesados, día y noche.
Como nos lo recuerda el Salmo Responsorial de hoy, somos más felices cuando transitamos los caminos de Dios porque el trabajo duro de amar y ocuparnos de los demás producirá frutos que podemos disfrutar. Seremos bendecidos por Dios.
¿Por qué nos dice Pablo que evitemos sociabilizar con aquellos que transitan caminos desordenados? ¡La hipocresía es altamente contagiosa! ¡Dios, ayúdanos a atrevernos a ser realmente las personas que tú pensaste que fuéramos, imitadores de Cristo, tu Hijo, amén!
© Terry Modica