Protegiéndonos del veneno

Reflexiones Diarias

Reflexiones de las Buenas Nuevas:
Haciendo que las escrituras sean significativas
para tu vida diaria.

por Terry Modica

Estamos llamados a revelar la verdad


Un comportamiento pecaminoso que no logramos vencer, es como una enfermedad infecciosa: se desparrama.


Reflexión de las Buenas Nuevas para:

Lunes de la 23ra. Semana del Tiempo Ordinario
Memorial de San Pedro Claver, Presbítero
Septiembre 9, 2024

Oración para hoy:

Gracias Señor, porque tu amor sana todas nuestras dolencias. Dame valor para dejarme amar por Ti y amar a los demás como Tú nos amas, sin importar las consecuencias. Amén.

Daily Prayer and Reflection¡MEJORA TU DÍA!
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Lecturas de hoy:

1 Corintios 5, 1-8
Salmo 5, 5-7.12
Lucas 6, 6-11
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/090924.cfm

Protegiéndonos del veneno

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En la primera lectura de hoy, San Pablo aborda el problema de la inmoralidad sin arrepentimiento. Un comportamiento pecaminoso que no somos capaces de superar es como una enfermedad infecciosa: se extiende. Es por esto que Pablo es sorprendentemente duro cuando pronuncia el juicio sobre el miembro de la iglesia que está pecando. ¡Pide la excomunión! Pero ¿no es contrario a la advertencia de Cristo en cuanto a que es pecado emitir juicio?

Pablo estaba preocupado por cómo el comportamiento del pecador estaba infectando a los demás. Para entender esto, sin embargo, tenemos que ser conscientes, primero, de la definición de “pecador”. Los que no viven como seguidores de Cristo son pecadores y los que se unen a Cristo son santos (es decir, santificados aunque todavía no perfeccionados y capaces de pecar).

Pablo comenzó su carta a la iglesia de Corinto así: “A ustedes que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…”. Los santos en Corinto habían adoptado la actitud de “estoy seguro, porque estoy con Jesús; no soy como ese pecador.”

¿Soportamos los pecados de los demás porque creemos que no nos va a infectar porque vamos a Misa y nos unimos a Cristo? Pensamos: sus pecados son entre ellos y Dios; no nos corresponde juzgarlos, o hablar y decirle cómo vivir.

El veneno mata mejor en pequeñas dosis. Inicialmente, la víctima no se da cuenta que algo está mal. Cuando las dosis repetidas causan calambres en el estómago, la víctima simplemente piensa que tiene gripe. Para cuando se da cuenta que su vida está en peligro, ya es demasiado tarde. Si no nos dolemos por la inmoralidad que vemos y, si no estamos ofreciendo el antídoto de Dios, estamos contribuyendo a la propagación del mal. Un pequeño problema en una parroquia, por ejemplo, que al parecer afecta sólo a unos pocos, es, en realidad, arsénico que está envenenando a todos los miembros del Cuerpo de Cristo. Sólo Dios sabe cuántos han abandonado la Iglesia, eligieron no involucrarse en un ministerio parroquial o se han alejado de la vocación religiosa a causa del mal ejemplo de una persona.

En la lectura del Evangelio de hoy, los fariseos tienen la oportunidad de ser vacunados con el antídoto de la bondad y la compasión, pero la rechazan. Han sido envenenados por tanto tiempo que no pueden reconocer el amor cuando está justo frente a ellos. ¿Conoces a alguien así? Tenemos que preocuparnos tanto por estas personas que nos duele su pecado mientras que, al mismo tiempo,  mantenemos límites santos y saludables  para protegernos y proteger a nuestras familias y a nuestras parroquias de la infección.

Como dice el salmo responsorial, nadie que haga el mal permanece con Dios. La santidad es un límite que separa a los santos de los pecadores. Fíjate en el fuerte antídoto que San Pablo prescribe para los corintios adúlteros: “Entréguenlos a Satanás para la destrucción de su carne para que su espíritu se salve.” Es un refuerzo de los límites por el bien de los santos y un desesperado intento final para alertar al pecador que está en el lado equivocado de la frontera. La excomunión puede sonar mal, pero ¿no se ha entregado ya el pecador a sí mismo al diablo?

Tales personas necesitan  cosechar lo que han sembrado para que puedan aprender de las consecuencias de sus decisiones. No se supone que debamos salvarlos de ello – Jesús es el Salvador, no nosotros. Estamos llamados a utilizar todos los medios para revelar la verdad e invitarles a ser santos pero, cuando eso no puede producir el arrepentimiento, la mejor manera de amarlos es dejar que sigan a sus demonios hacia la miseria más profunda donde, oramos para que así sea, ellos finalmente clamen a Dios.

© Terry Modica