Honestidad sobre nuestra vulnerabilidad al pecado

Reflexiones Diarias

Reflexiones de las Buenas Nuevas:
Haciendo que las escrituras sean significativas
para tu vida diaria.

por Terry Modica

Dios aprecia tu deseo de crecer en santidad


Dios aprecia nuestro deseo de crecer en santidad.


Reflexión de las Buenas Nuevas para:

Jueves de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 19, 2024

Oración para hoy:

Alabado seas mi Señor, porque Tu amor, en un instante, perdona todo un pasado. Enséñame a perdonar, como Tú me has perdonado. Amén.

Daily Prayer and Reflection¡MEJORA TU DÍA!
Poderosas oraciones católicas con la reflexión diaria están disponibles en nuestro canal de YouTube en español.

Lecturas de hoy:

1 Corintios 15, 1-11
Salmo 118, 1-2,16ab-17.28
Lucas 7, 36-50
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091924.cfm

Honestidad sobre nuestra vulnerabilidad al pecado

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En el pasaje del Evangelio de hoy Jesús dice: “El que es perdonado poco, poco ama.” En otras palabras, aquellos que no piden perdón muy a menudo tienen poco amor genuino por los demás.

Estamos todos ciegos hasta cierto punto, a los pecados que cometemos. No queremos verlos. Tenemos miedo de que admitir nuestros pecados demostrará que no merecemos ser amados o que Dios nos va a castigar al hacernos miserables. Así que sin pensar en ello (lo cual nos abriría a la verdad), nos centramos en los pecados de otros. Nosotros racionalizamos nuestra propia pecaminosidad. Defendemos nuestras acciones. Nos justificamos a nosotros mismos, olvidando que Jesús ya nos justifica en la cruz.

Estamos controlados por la idea inconsciente: “Si yo no sé cuáles son mis pecados, entonces Dios tampoco.” Seguimos siendo el niño que robó un dulce en la habitación de papá justo antes de la cena y se lo comió en un armario oscuro para evitar ser descubierto, sin darse cuenta de que las envolturas caídas en el suelo expondrán nuestro secreto. Bueno adivinen qué, nuestro omnisciente Papá celestial no está interesado en castigarnos.

Hace unos días, describí el pecado como “errar el blanco”, es decir, fallar al amar de todo corazón. Como seguidores de Cristo hemos sido redimidos del poder del pecado. Se nos ha renacido como “santos” y ya no somos “pecadores”. Sin embargo, pecamos todos los días porque todavía no amamos a Dios y a todos los demás. Nuestro viaje diario hacia el cielo implica mejorar nuestra puntería de manera que le acertemos en el centro del blanco con más frecuencia. Esta es la vida como un santo terrenal.

Dios aprecia nuestro deseo de crecer en la santidad. Considera qué persona en la lectura de hoy disfrutó más de la presencia de Jesús: ¿Simón el Fariseo o la mujer pecadora? Cuando somos como Simón, atrapado en el autoengaño de creer que somos mejores que las personas cuyos pecados son claramente visibles, realmente estamos tratando de protegernos de ser castigados. Este enfoque en uno mismo interfiere con nuestro objetivo: Estamos condenando a los demás como inferiores, no los estamos amando.

Cuando somos como la mujer pecadora, honestos con nosotros mismos acerca de no dar en el blanco, descubrimos un amor más grande: Descubrimos la profundidad a la que Dios se preocupa por nosotros. Apreciamos lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Disfrutamos de su presencia ¡oh, mucho más!

La Misa tiene una oportunidad incorporada para buscar el perdón por las veces que hemos perdido la marca, lo que nos permite recibir el amor que está disponible para nosotros en la Palabra y en la Eucaristía. A principios de la liturgia es el rito penitencial; El sacerdote nos da la absolución de cualquier pecado venial (*) que podemos traer a la mente. Sin embargo, esto ocurre demasiado rápido para un buen examen de conciencia en el acto. Tenemos que prepararnos para ello siendo honestos con nosotros mismos antes de la Misa.

Y cuando no podemos pensar en nuevos pecados, podemos decirle a Dios: “Perdóname por ser ciego – y por querer ser ciego – a mis pecados.” Es un buen comienzo para el baño de los pies cansados de Jesús con nuestras lágrimas.

(* Venial significa “menor”; un pecado venial ha roto nuestra unidad con Dios, pero no ha destruido toda nuestra relación con Dios. Un pecado “mortal” es un rechazo total de Dios y que entendemos perfectamente lo que estamos haciendo. Esto requiere todos los beneficios del Sacramento de la Reconciliación para la restauración de nuestras almas.)

© Terry Modica, Good News Ministries