Esta reflexión es de Good News Ministries @ https://buenasnuevascatolicas.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/2024-09-14/
El amor nunca falla en continuar amando.
Sábado de la 23ra. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 14, 2024
Números 21, 4-9
Salmo 77, 1-4-38
Filipenses 2, 6-11
Juan 3, 13-17
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091424.cfm
La Santa Cruz se eleva sobre la destrucción
La fe se prueba y fortalece en las crisis. El crecimiento espiritual no sucede, generalmente, en tiempos fáciles y confortables. No podemos subir hasta reinos superiores si primero no nos damos cuenta de que hay algo de lo que tenemos que alejarnos.
Conocemos muy bien el sentimiento de la primera línea de la primera lectura de hoy: nuestra paciencia se ha agotado en el trayecto. Nos quejamos a Dios. Mientras soportamos las pruebas, nos quejamos porque debería contestar nuestras oraciones más rápidamente o de manera diferente, porque no nos gusta esperar y no nos gusta el esfuerzo extra que se necesita para que nuestros sufrimientos finalicen.
Las quejas están basadas en la falta de esperanza y confianza en Dios. Las quejas están basadas en lo que vemos con nuestros ojos — como si pudiéramos confiar en que nuestros ojos ven el panorama completo. La fe nos dice que hay un cuadro mucho mayor que el que podemos conocer o comprender. La fe nos dice que Dios ha estado trabajando un plan — su propia estrategia — para transformar nuestros sufrimientos en un bien mayor.
Como se nos recuerda en el pasaje del Evangelio de hoy, la cura para el desastre en que cayeron los israelitas es, también, la cura para nosotros hoy. El mismo signo del desastre se transforma en lo que nos salva. ¡Que tengamos ojos para ver la Cruz de Cristo elevada sobre los desastres que han estado acaeciendo en nuestras propias vidas, sobre nuestros temores, dolores y rencores!
En cada crisis, transitamos un proceso de dolor. Descubrir el triunfo de la Cruz sobre el mal requiere tiempo de llanto y trabajo, pasando por 5 etapas:
1) Negación: ¿Puede estar sucediendo esto realmente? ¡No a mí, Señor!
2) Regateo: si rezo más rosarios, tal vez se detengan las cosas malas.
3) Depresión: me siento tan vacío, desesperado, solo, ignorado por Dios.
4) Enojo: aquellos que causaron este sufrimiento deberían ser castigados. ¡Estás equivocado al decir que debo amarlos!
5) Aceptación: sucedió, pero Dios aún es Dios. Él sigue en control. Sigue estando a cargo. Hará que algo bueno salga de esta tragedia y quiero crecer a partir de estas pruebas, tornándome más fuerte en la fe y en el amor.
El Padre le dio a Jesús ángeles que lo sirvieron cuando cargó su Cruz. El Padre te ha dado a ti ángeles y también te ha dado a su Hijo.
© Terry A. Modica, Good News Ministries
➤ Para recibir las Reflexiones de las Buenas Nuevas por correo o mensaje de texto ve a https://buenasnuevascatolicas.org/.
El amor nunca falla en continuar amando.
Sábado de la 23ra. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 14, 2024
Números 21, 4-9
Salmo 77, 1-4-38
Filipenses 2, 6-11
Juan 3, 13-17
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La Santa Cruz se eleva sobre la destrucción
La fe se prueba y fortalece en las crisis. El crecimiento espiritual no sucede, generalmente, en tiempos fáciles y confortables. No podemos subir hasta reinos superiores si primero no nos damos cuenta de que hay algo de lo que tenemos que alejarnos.
Conocemos muy bien el sentimiento de la primera línea de la primera lectura de hoy: nuestra paciencia se ha agotado en el trayecto. Nos quejamos a Dios. Mientras soportamos las pruebas, nos quejamos porque debería contestar nuestras oraciones más rápidamente o de manera diferente, porque no nos gusta esperar y no nos gusta el esfuerzo extra que se necesita para que nuestros sufrimientos finalicen.
Las quejas están basadas en la falta de esperanza y confianza en Dios. Las quejas están basadas en lo que vemos con nuestros ojos — como si pudiéramos confiar en que nuestros ojos ven el panorama completo. La fe nos dice que hay un cuadro mucho mayor que el que podemos conocer o comprender. La fe nos dice que Dios ha estado trabajando un plan — su propia estrategia — para transformar nuestros sufrimientos en un bien mayor.
Como se nos recuerda en el pasaje del Evangelio de hoy, la cura para el desastre en que cayeron los israelitas es, también, la cura para nosotros hoy. El mismo signo del desastre se transforma en lo que nos salva. ¡Que tengamos ojos para ver la Cruz de Cristo elevada sobre los desastres que han estado acaeciendo en nuestras propias vidas, sobre nuestros temores, dolores y rencores!
En cada crisis, transitamos un proceso de dolor. Descubrir el triunfo de la Cruz sobre el mal requiere tiempo de llanto y trabajo, pasando por 5 etapas:
1) Negación: ¿Puede estar sucediendo esto realmente? ¡No a mí, Señor!
2) Regateo: si rezo más rosarios, tal vez se detengan las cosas malas.
3) Depresión: me siento tan vacío, desesperado, solo, ignorado por Dios.
4) Enojo: aquellos que causaron este sufrimiento deberían ser castigados. ¡Estás equivocado al decir que debo amarlos!
5) Aceptación: sucedió, pero Dios aún es Dios. Él sigue en control. Sigue estando a cargo. Hará que algo bueno salga de esta tragedia y quiero crecer a partir de estas pruebas, tornándome más fuerte en la fe y en el amor.
El Padre le dio a Jesús ángeles que lo sirvieron cuando cargó su Cruz. El Padre te ha dado a ti ángeles y también te ha dado a su Hijo.
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USCCB
Fiesta de la Exaltación de la santa Cruz | USCCB
Daily Bible Readings, Podcast Audio and Videos and Prayers brought to you by the United States Conference of Catholic Bishops.
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: La prueba de que verdaderamente tenemos fe se evidencia en las buenas obras que hacemos.
24to. Domingo del Tiempo Ordinario
Septiembre 15, 2024
Isaías 50, 5-9a
Salmo 114, 1-6.8-9
Santiago 2, 14-18
Marcos 8, 27-35
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091524.cfm
Fe que obra
La segunda lectura de este domingo, define la doctrina de la fe y las obras.
Las obras sin fe, no importa cuán buenas sean, no nos llevan al cielo. Algunos de nosotros tratamos de ganar nuestro lugar en el corazón de Dios, sirviendo en las actividades de la iglesia, diciendo todas las oraciones "correctas", etcétera. Esta idea proviene de nuestra infancia, cuando aprendimos: "Si soy lo suficientemente bueno, Mamá y Papá me recompensarán" y "Si trabajo bien en la escuela, la maestra me dará una estrella dorada" o una carita feliz o lo que sea que ponen en las tareas actualmente.
El problema es, nunca podremos ser lo suficientemente buenos para el cielo. Por eso Jesús vino a la tierra y llevó nuestros pecados a la cruz.
La fe sin obras, no nos llevará al cielo tampoco. He aquí por qué:
La fe en Jesús comienza con la creencia de que, por su amor por nosotros, murió por nosotros y resucitó para que tengamos vida eterna. Esto es lo que abre la puerta del cielo. No obstante, para pasar por esa puerta, debemos seguir a Jesús. Esto requiere hacer, más que creer en su muerte y resurrección; también creemos en su vida -- cómo vivió Su vida. Seguir a Jesús afecta nuestro estilo de vida y nuestro comportamiento diario. ¿Qué tan parecidos a Cristo son?
La prueba de que verdaderamente tenemos fe, se evidencia en las buenas obras que hacemos. La fe en Jesús significa que lo amamos tanto que amamos a aquellos a los que él ama, que son TODOS, sin importar si lo merecen o no.
Y tener fe en Jesús significa que confiamos tanto en él, que hacemos todo lo que nos diga -- imitándolo en todas nuestras actividades, adoptando sus actitudes y respondiendo a su llamado a servir como sacerdotes, religiosos y ministros laicos, aun cuando parezca riesgoso o ilógico.
Entonces, cuando Jesús nos dice en la lectura del Evangelio: "¿Quién dicen ustedes que soy?", respondemos que él es nuestro Salvador, el que nos lleva al cielo, que es nuestro Señor, el que nos enseña cómo vivir y que él es nuestro Amor, el que nos capacita para amar a los demás, aun cuando sea una cruz a cargar.
Preguntas para la Reflexión Personal:
¿Es Jesucristo, verdaderamente tu Señor y Salvador? ¿Crees que sufrió y murió por ti, de manera que puedas alcanzar el cielo? ¿Haces buenas obras porque lo adoras tanto que quieres ir donde él va, hacer lo que él hace y ser sus manos, pies y voz dondequiera que te lleve?
Preguntas para Compartir la Fe en Comunidad:
¿De qué manera tu vida le transmite a los demás que Jesús es tu Señor y Salvador? Si no usaras ninguna alhaja cristiana y no pronunciaras ninguna palabra, ¿cómo le dirías a los demás cómo es Jesús?
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: La prueba de que verdaderamente tenemos fe se evidencia en las buenas obras que hacemos.
24to. Domingo del Tiempo Ordinario
Septiembre 15, 2024
Isaías 50, 5-9a
Salmo 114, 1-6.8-9
Santiago 2, 14-18
Marcos 8, 27-35
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Fe que obra
La segunda lectura de este domingo, define la doctrina de la fe y las obras.
Las obras sin fe, no importa cuán buenas sean, no nos llevan al cielo. Algunos de nosotros tratamos de ganar nuestro lugar en el corazón de Dios, sirviendo en las actividades de la iglesia, diciendo todas las oraciones "correctas", etcétera. Esta idea proviene de nuestra infancia, cuando aprendimos: "Si soy lo suficientemente bueno, Mamá y Papá me recompensarán" y "Si trabajo bien en la escuela, la maestra me dará una estrella dorada" o una carita feliz o lo que sea que ponen en las tareas actualmente.
El problema es, nunca podremos ser lo suficientemente buenos para el cielo. Por eso Jesús vino a la tierra y llevó nuestros pecados a la cruz.
La fe sin obras, no nos llevará al cielo tampoco. He aquí por qué:
La fe en Jesús comienza con la creencia de que, por su amor por nosotros, murió por nosotros y resucitó para que tengamos vida eterna. Esto es lo que abre la puerta del cielo. No obstante, para pasar por esa puerta, debemos seguir a Jesús. Esto requiere hacer, más que creer en su muerte y resurrección; también creemos en su vida -- cómo vivió Su vida. Seguir a Jesús afecta nuestro estilo de vida y nuestro comportamiento diario. ¿Qué tan parecidos a Cristo son?
La prueba de que verdaderamente tenemos fe, se evidencia en las buenas obras que hacemos. La fe en Jesús significa que lo amamos tanto que amamos a aquellos a los que él ama, que son TODOS, sin importar si lo merecen o no.
Y tener fe en Jesús significa que confiamos tanto en él, que hacemos todo lo que nos diga -- imitándolo en todas nuestras actividades, adoptando sus actitudes y respondiendo a su llamado a servir como sacerdotes, religiosos y ministros laicos, aun cuando parezca riesgoso o ilógico.
Entonces, cuando Jesús nos dice en la lectura del Evangelio: "¿Quién dicen ustedes que soy?", respondemos que él es nuestro Salvador, el que nos lleva al cielo, que es nuestro Señor, el que nos enseña cómo vivir y que él es nuestro Amor, el que nos capacita para amar a los demás, aun cuando sea una cruz a cargar.
Preguntas para la Reflexión Personal:
¿Es Jesucristo, verdaderamente tu Señor y Salvador? ¿Crees que sufrió y murió por ti, de manera que puedas alcanzar el cielo? ¿Haces buenas obras porque lo adoras tanto que quieres ir donde él va, hacer lo que él hace y ser sus manos, pies y voz dondequiera que te lleve?
Preguntas para Compartir la Fe en Comunidad:
¿De qué manera tu vida le transmite a los demás que Jesús es tu Señor y Salvador? Si no usaras ninguna alhaja cristiana y no pronunciaras ninguna palabra, ¿cómo le dirías a los demás cómo es Jesús?
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Buenas Nuevas Católicas
Fe que obra
Explora la conexión entre la fe y las buenas obras. Encuentra inspiración para vivir una vida de amor y servicio.
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Cada dificultad es una oportunidad para amar más plenamente.
Lunes de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Memorial de San Cornelio, Papa y San Cipriano, Obispo, mártires
Septiembre 16, 2024
1 Corintios 11, 17-26.33
Salmo 39, 7-10.17
Lucas 7, 1-10
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091624.cfm
Aprendiendo de la divisiones
¿Hay divisiones en tu familia, lugar de trabajo o parroquia? San Pablo hace una observación sorprendente en la primera lectura de hoy. Dice: "Deberá haber bandos entre vosotros...", como si esto fuera una cosa buena.
¿Por qué? ¿Dónde está la bendición en la división? Pablo explica: "... para que el aprobado - el probado y fiel - sea conocido y se destaque claramente. "¿Probado en qué? ¿Fiel a qué?
Al amor. Algunas veces estamos motivados por el amor y, a veces, estamos motivados por el egoísmo. La palabra "pecado" significa, en su raíz histórica, "errar el blanco". ¿Cuál es el objetivo al que siempre apuntamos? El amor. Jesús lo puso de esta manera: "Ama a Dios de todo corazón y ama a los demás como a ti mismo."
Si verdaderamente queremos unirnos a Dios para que podamos experimentar su amor incondicional y su cuidado en cada momento de cada día, tenemos que vivir en su amor, lo que significa que nuestro amor por los demás tiene que ser incondicional, como el suyo.
Para perfeccionar nuestro amor - tomar conciencia de los límites de nuestro amor para poder crecer más allá de estos límites - nuestro amor tiene que ser probado y comprobado. Cada dificultad es una oportunidad para amar más plenamente de lo que hicimos en la última prueba que hemos pasado. Sin embargo, este crecimiento va a apartarnos de los que optan por seguir siendo egoístas.
Pablo dice que la persona egoísta se emborracha en su riqueza, sin tener en cuenta las necesidades de los demás. Para poner esto en términos de divisiones parroquiales, por ejemplo, los ministros egoístas se intoxican con su posición, autoridad, influencia, títulos universitarios, años de experiencia e, incluso, sus talentos dados por Dios sin tener en cuenta los sentimientos, conocimientos y valor de los demás.
En medio de esto, el "probado y comprobado" se destaca claramente. Ellos tratan de reparar las divisiones mediante gestos de bondad cuando son maltratados. ¿Quién es la persona que proclama "la muerte del Señor hasta que vuelva" (que Pablo describe como el verdadero significado de la Misa, es decir, la Cena del Señor)? El que ofrece servicio humilde y amoroso a pesar de los conflictos. Proclamamos el sacrificio de la muerte del Señor en la cruz, haciendo sacrificios, clavando las reacciones faltas de amor que sentimos. Así, nos convertimos en Eucaristía para los demás.
En la lectura del Evangelio de hoy, ¿por qué Jesús alaba la fe del centurión pagano? No fue sólo porque el funcionario comprendió el poder de la orden de una autoridad. El hombre tuvo humildad; incluso construyó una sinagoga a los judíos por la preocupación por ellos. Podemos conjeturar con esto, que amaba realmente a su criado enfermo. Así mismo, en nuestra humildad, somos capaces de ver el valor de los demás, no sólo por lo que pueden hacer por nosotros, sino como preciosos seres humanos.
Nuestra fe es probada cada vez que nos encontramos con personas que se oponen a nosotros. Nuestra fe se demuestra verdadera cuando respondemos a ellos con amor.
Reflexiona más con nuestro PalabrasVivas: "Cómo ser una servidora del Señor como María" en https://buenasnuevascatolicas.org/profundiza-tu-fe/como-ser-servidora-del-senor-como-maria/
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Cada dificultad es una oportunidad para amar más plenamente.
Lunes de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Memorial de San Cornelio, Papa y San Cipriano, Obispo, mártires
Septiembre 16, 2024
1 Corintios 11, 17-26.33
Salmo 39, 7-10.17
Lucas 7, 1-10
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Aprendiendo de la divisiones
¿Hay divisiones en tu familia, lugar de trabajo o parroquia? San Pablo hace una observación sorprendente en la primera lectura de hoy. Dice: "Deberá haber bandos entre vosotros...", como si esto fuera una cosa buena.
¿Por qué? ¿Dónde está la bendición en la división? Pablo explica: "... para que el aprobado - el probado y fiel - sea conocido y se destaque claramente. "¿Probado en qué? ¿Fiel a qué?
Al amor. Algunas veces estamos motivados por el amor y, a veces, estamos motivados por el egoísmo. La palabra "pecado" significa, en su raíz histórica, "errar el blanco". ¿Cuál es el objetivo al que siempre apuntamos? El amor. Jesús lo puso de esta manera: "Ama a Dios de todo corazón y ama a los demás como a ti mismo."
Si verdaderamente queremos unirnos a Dios para que podamos experimentar su amor incondicional y su cuidado en cada momento de cada día, tenemos que vivir en su amor, lo que significa que nuestro amor por los demás tiene que ser incondicional, como el suyo.
Para perfeccionar nuestro amor - tomar conciencia de los límites de nuestro amor para poder crecer más allá de estos límites - nuestro amor tiene que ser probado y comprobado. Cada dificultad es una oportunidad para amar más plenamente de lo que hicimos en la última prueba que hemos pasado. Sin embargo, este crecimiento va a apartarnos de los que optan por seguir siendo egoístas.
Pablo dice que la persona egoísta se emborracha en su riqueza, sin tener en cuenta las necesidades de los demás. Para poner esto en términos de divisiones parroquiales, por ejemplo, los ministros egoístas se intoxican con su posición, autoridad, influencia, títulos universitarios, años de experiencia e, incluso, sus talentos dados por Dios sin tener en cuenta los sentimientos, conocimientos y valor de los demás.
En medio de esto, el "probado y comprobado" se destaca claramente. Ellos tratan de reparar las divisiones mediante gestos de bondad cuando son maltratados. ¿Quién es la persona que proclama "la muerte del Señor hasta que vuelva" (que Pablo describe como el verdadero significado de la Misa, es decir, la Cena del Señor)? El que ofrece servicio humilde y amoroso a pesar de los conflictos. Proclamamos el sacrificio de la muerte del Señor en la cruz, haciendo sacrificios, clavando las reacciones faltas de amor que sentimos. Así, nos convertimos en Eucaristía para los demás.
En la lectura del Evangelio de hoy, ¿por qué Jesús alaba la fe del centurión pagano? No fue sólo porque el funcionario comprendió el poder de la orden de una autoridad. El hombre tuvo humildad; incluso construyó una sinagoga a los judíos por la preocupación por ellos. Podemos conjeturar con esto, que amaba realmente a su criado enfermo. Así mismo, en nuestra humildad, somos capaces de ver el valor de los demás, no sólo por lo que pueden hacer por nosotros, sino como preciosos seres humanos.
Nuestra fe es probada cada vez que nos encontramos con personas que se oponen a nosotros. Nuestra fe se demuestra verdadera cuando respondemos a ellos con amor.
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Oración y Reflexión Diaria
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¿Hay divisiones en tu familia, lugar de trabajo o parroquia? San Pablo hace una observación sorprendente en la primera lectura de hoy. Dice: "Deberá haber bandos entre vosotros...", como si esto fuera una cosa buena.
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Necesitamos participar en la vida de la comunidad para experimentar, suficientemente, el amor de Dios.
Martes de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 17, 2024
1 Corintios 12, 12-14.27-31a
Salmo 99, 1b-5
Lucas 7, 11-17
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091724.cfm
El Espíritu de colaboración
San Pablo dice en la primera lectura de hoy que el Espíritu Santo nos lleva a todos nosotros -- las muchas partes del cuerpo cristiano (católicos y protestantes, liberales y conservadores) -- y nos hace uno. ¿No es interesante que esto viene al día siguiente que la Iglesia nos da una escritura que habla sobre la división? (cf. 1 Co 11, 17-26)
La unidad viene del Espíritu Santo. No nos podemos reunir como comunidad por nuestro propio poder; dejados a nuestra propia fuerza de voluntad, tendríamos más probabilidades de despertarnos tarde el domingo y luego ponernos al día con las tareas de la semana pasada en lugar de ir a la iglesia. Y, si decidimos asistir a Misa, dejados a merced de nuestra propia fuerza de voluntad, es probable que entremos como un individuo y adoremos como un individuo y participemos en la comunión como un individuo para, luego, irnos como individuo a pesar que "comunión" significa ser comunidad.
Dios nos diseñó para vivir en comunidad. Es por eso que los obispos del Concilio Vaticano II, escribieron, en el Decreto sobre el Apostolado de los Laicos (párrafo 18.): "... Ha sido el placer de Dios de reunir a los que creen en Cristo y hacer de ellos el Pueblo de Dios. "Dios construye en nuestros corazones la necesidad de la comunidad. Cuando nuestra fe se profundiza hasta el punto de darse cuenta de esto, estamos insatisfechos cuando nuestros amigos llenos de fe son muy pocos. No nos sentimos lo suficientemente amados cuando nos escondemos detrás de las paredes de la reclusión. Aunque hay que tener tiempo a solas con Dios para experimentar su amor supremo, también tenemos que participar en la vida comunitaria para experimentar suficientemente el amor de Dios."
Cuando nos sentimos solos, o cuando nuestras oraciones no son respondidas, o cuando Dios no nos está dando todo lo que necesitamos, por lo general, es porque no hemos aprovechado de la gente en la comunidad de fe a través de la cual Dios actúa.
Del mismo modo, cuando nuestros ministerios no están haciendo una diferencia tan grande como deberían, o cuando nos sentimos cansados de hacer la obra del Señor, o cuando algunas de las necesidades de la parroquia o diócesis están insatisfechas, por lo general, es porque no colaboramos bastante con otros servidores de Dios. Los obispos abordaron eso también en el mismo párrafo 18 del decreto para los laicos: Ya que somos 'sociales por naturaleza' y Dios nos ha reunido en un solo cuerpo, somos más efectivos en la misión de Cristo cuando somos colaborativos: "... esto ofrece una señal de la comunión y la unidad de la Iglesia en Cristo."
Dios nunca nos llama a servirlo en soledad: "Por esa razón, los cristianos ejercerán su apostolado en un espíritu de concordia. Serán apóstoles...en la libre asociación que hayan decidido para agruparse... El apostolado llama a una acción en conjunto."
Todos nosotros, en la comunidad católica - sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos - debemos ofrecer, unos a otros, nuestros talentos únicos e individuales en un espíritu de colaboración por el bien de la obra de la Iglesia. Y todos, en la comunidad cristiana más amplia - católicos y protestantes de todas las denominaciones - debemos ser colaboradores para que podamos predicar al mundo que el amor de Cristo ha conquistado las divisiones.
Sin embargo, esto sólo es posible a través del Espíritu de colaboración, que nos hace uno.
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Necesitamos participar en la vida de la comunidad para experimentar, suficientemente, el amor de Dios.
Martes de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 17, 2024
1 Corintios 12, 12-14.27-31a
Salmo 99, 1b-5
Lucas 7, 11-17
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091724.cfm
El Espíritu de colaboración
San Pablo dice en la primera lectura de hoy que el Espíritu Santo nos lleva a todos nosotros -- las muchas partes del cuerpo cristiano (católicos y protestantes, liberales y conservadores) -- y nos hace uno. ¿No es interesante que esto viene al día siguiente que la Iglesia nos da una escritura que habla sobre la división? (cf. 1 Co 11, 17-26)
La unidad viene del Espíritu Santo. No nos podemos reunir como comunidad por nuestro propio poder; dejados a nuestra propia fuerza de voluntad, tendríamos más probabilidades de despertarnos tarde el domingo y luego ponernos al día con las tareas de la semana pasada en lugar de ir a la iglesia. Y, si decidimos asistir a Misa, dejados a merced de nuestra propia fuerza de voluntad, es probable que entremos como un individuo y adoremos como un individuo y participemos en la comunión como un individuo para, luego, irnos como individuo a pesar que "comunión" significa ser comunidad.
Dios nos diseñó para vivir en comunidad. Es por eso que los obispos del Concilio Vaticano II, escribieron, en el Decreto sobre el Apostolado de los Laicos (párrafo 18.): "... Ha sido el placer de Dios de reunir a los que creen en Cristo y hacer de ellos el Pueblo de Dios. "Dios construye en nuestros corazones la necesidad de la comunidad. Cuando nuestra fe se profundiza hasta el punto de darse cuenta de esto, estamos insatisfechos cuando nuestros amigos llenos de fe son muy pocos. No nos sentimos lo suficientemente amados cuando nos escondemos detrás de las paredes de la reclusión. Aunque hay que tener tiempo a solas con Dios para experimentar su amor supremo, también tenemos que participar en la vida comunitaria para experimentar suficientemente el amor de Dios."
Cuando nos sentimos solos, o cuando nuestras oraciones no son respondidas, o cuando Dios no nos está dando todo lo que necesitamos, por lo general, es porque no hemos aprovechado de la gente en la comunidad de fe a través de la cual Dios actúa.
Del mismo modo, cuando nuestros ministerios no están haciendo una diferencia tan grande como deberían, o cuando nos sentimos cansados de hacer la obra del Señor, o cuando algunas de las necesidades de la parroquia o diócesis están insatisfechas, por lo general, es porque no colaboramos bastante con otros servidores de Dios. Los obispos abordaron eso también en el mismo párrafo 18 del decreto para los laicos: Ya que somos 'sociales por naturaleza' y Dios nos ha reunido en un solo cuerpo, somos más efectivos en la misión de Cristo cuando somos colaborativos: "... esto ofrece una señal de la comunión y la unidad de la Iglesia en Cristo."
Dios nunca nos llama a servirlo en soledad: "Por esa razón, los cristianos ejercerán su apostolado en un espíritu de concordia. Serán apóstoles...en la libre asociación que hayan decidido para agruparse... El apostolado llama a una acción en conjunto."
Todos nosotros, en la comunidad católica - sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos - debemos ofrecer, unos a otros, nuestros talentos únicos e individuales en un espíritu de colaboración por el bien de la obra de la Iglesia. Y todos, en la comunidad cristiana más amplia - católicos y protestantes de todas las denominaciones - debemos ser colaboradores para que podamos predicar al mundo que el amor de Cristo ha conquistado las divisiones.
Sin embargo, esto sólo es posible a través del Espíritu de colaboración, que nos hace uno.
Oremos juntos para que este Espíritu de colaboración sea predicado más claramente con el ejemplo en todas las divisiones que el mundo ha estado viendo en nuestra Iglesia.
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Buenas Nuevas Católicas
¡Bienvenidos a Ministerio Buenas Nuevas de la Fe Católica!
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Creer en Dios y amarlo sin amar también a todos los que él ama, es una fe incompleta.
Miércoles de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 18, 2024
1 Corintios 12, 31--13, 13
Salmo 33, 2-5. 12,22
Lucas 7, 31-35
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El amor nunca falla
Ser cristiano es, como dice San Pablo en la primera lectura de hoy, "luchar con entusiasmo por los grandes dones espirituales." Y el mejor, dice, es la excelencia en el amor. Hagamos lo que hagamos, sin amor no tiene sentido.
La fe sin amor no es una fe verdadera. ¿Por qué? Porque Dios es amor, y hagamos lo que hagamos sin él no tiene sentido. Creer en él y amarlo sin amar también todos los que él ama (que es todo el mundo, no importa lo malo que alguien sea) es una fe insuficiente.
Qué tan bien amamos es medido por lo mucho que nos preocupamos por las personas que nos hacen infelices - los que nos rechazan, hieren nuestros sentimientos, o nos dan razones para temerles, o aquellos que ponen obstáculos en nuestro camino espiritual o se oponen a nosotros en otra maneras. (¡Ey! ¡No hay nadie que sea fácil de amar todo el tiempo!) Y sin embargo, nos preocupamos por ellos. ¿Cierto?
Para ser un cristiano maduro, tenemos que dejar a un lado las cosas infantiles de las que Pablo habla. ¿Cómo manejan los niños a los acosadores? Huyen de miedo. O se retiran en una depresión y se esconden en mundos de fantasía. O se quejan de lo cruelmente que fueron tratados, hablando mal del agresor cada vez que pueden. O encuentran maneras de tomar represalias e infligir venganza.
¿Cómo manejamos a los acosadores los cristianos maduros? Corremos a Dios para la curación de las heridas y el calmante de nuestros dolores. Aprendemos de su Palabra cómo proteger con justicia nuestros corazones sin aislarnos. Y encontramos maneras de amar a los demás en los mismos momentos en que se están comportando como enemigos, incluso unirnos a Jesús en la cruz cuando es el momento para eso. (Recuerde que a veces Jesús se alejó.)
Negarse a amar a los agresores hasta que nos traten muy bien es romper nuestra unión con Dios. Pablo enumera algunas de las maneras en que podemos hacer esto: la impaciencia, comportamientos poco amables, los celos, el orgullo y la pomposidad, haciéndonos parecer mejores que otros, la grosería, insistiendo en nuestra propia manera, ser iracundo, murmurando sobre cómo hemos sido heridos, alegrarnos cuando algo malo le sucede a los que fueron malos con nosotros, negarnos a soportar todas las cosas incluyendo el tratamiento injusto, rechazando lo que la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia dicen sobre el amor incondicional, olvidando a la esperanza de la victoria de Cristo, y renunciar cuando nuestro amor por los demás no produce los resultados que queremos.
¡Guau! ¡Qué lista! Resuena con nuestras vidas demasiado. Parece que es hora de volver al Sacramento de la Reconciliación o volver a misa donde el Rito de la Penitencia nos restaura a la unión con Dios y entre hermanos.
El amor nunca deja de seguir amando. Cuando caminamos con Jesús todo el camino a través del valle de la tristeza y el dolor, caminamos con el amor, llevando a Jesús con nosotros. Incluso cuando los demás no logran ser convertidos por la presencia de Cristo en nosotros, su amor nunca deja de sanarnos y aumentar en nosotros su propia santidad.
➤ Para recibir las Reflexiones de las Buenas Nuevas por correo o mensaje de texto ve a https://buenasnuevascatolicas.org/.
© 2024 por Terry A. Modica (Por favor, compártelo intacto.)
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Creer en Dios y amarlo sin amar también a todos los que él ama, es una fe incompleta.
Miércoles de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 18, 2024
1 Corintios 12, 31--13, 13
Salmo 33, 2-5. 12,22
Lucas 7, 31-35
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091824.cfm
El amor nunca falla
Ser cristiano es, como dice San Pablo en la primera lectura de hoy, "luchar con entusiasmo por los grandes dones espirituales." Y el mejor, dice, es la excelencia en el amor. Hagamos lo que hagamos, sin amor no tiene sentido.
La fe sin amor no es una fe verdadera. ¿Por qué? Porque Dios es amor, y hagamos lo que hagamos sin él no tiene sentido. Creer en él y amarlo sin amar también todos los que él ama (que es todo el mundo, no importa lo malo que alguien sea) es una fe insuficiente.
Qué tan bien amamos es medido por lo mucho que nos preocupamos por las personas que nos hacen infelices - los que nos rechazan, hieren nuestros sentimientos, o nos dan razones para temerles, o aquellos que ponen obstáculos en nuestro camino espiritual o se oponen a nosotros en otra maneras. (¡Ey! ¡No hay nadie que sea fácil de amar todo el tiempo!) Y sin embargo, nos preocupamos por ellos. ¿Cierto?
Para ser un cristiano maduro, tenemos que dejar a un lado las cosas infantiles de las que Pablo habla. ¿Cómo manejan los niños a los acosadores? Huyen de miedo. O se retiran en una depresión y se esconden en mundos de fantasía. O se quejan de lo cruelmente que fueron tratados, hablando mal del agresor cada vez que pueden. O encuentran maneras de tomar represalias e infligir venganza.
¿Cómo manejamos a los acosadores los cristianos maduros? Corremos a Dios para la curación de las heridas y el calmante de nuestros dolores. Aprendemos de su Palabra cómo proteger con justicia nuestros corazones sin aislarnos. Y encontramos maneras de amar a los demás en los mismos momentos en que se están comportando como enemigos, incluso unirnos a Jesús en la cruz cuando es el momento para eso. (Recuerde que a veces Jesús se alejó.)
Negarse a amar a los agresores hasta que nos traten muy bien es romper nuestra unión con Dios. Pablo enumera algunas de las maneras en que podemos hacer esto: la impaciencia, comportamientos poco amables, los celos, el orgullo y la pomposidad, haciéndonos parecer mejores que otros, la grosería, insistiendo en nuestra propia manera, ser iracundo, murmurando sobre cómo hemos sido heridos, alegrarnos cuando algo malo le sucede a los que fueron malos con nosotros, negarnos a soportar todas las cosas incluyendo el tratamiento injusto, rechazando lo que la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia dicen sobre el amor incondicional, olvidando a la esperanza de la victoria de Cristo, y renunciar cuando nuestro amor por los demás no produce los resultados que queremos.
¡Guau! ¡Qué lista! Resuena con nuestras vidas demasiado. Parece que es hora de volver al Sacramento de la Reconciliación o volver a misa donde el Rito de la Penitencia nos restaura a la unión con Dios y entre hermanos.
El amor nunca deja de seguir amando. Cuando caminamos con Jesús todo el camino a través del valle de la tristeza y el dolor, caminamos con el amor, llevando a Jesús con nosotros. Incluso cuando los demás no logran ser convertidos por la presencia de Cristo en nosotros, su amor nunca deja de sanarnos y aumentar en nosotros su propia santidad.
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Dios aprecia nuestro deseo de crecer en santidad.
Jueves de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 19, 2024
1 Corintios 15, 1-11
Salmo 118, 1-2,16ab-17.28
Lucas 7, 36-50
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091924.cfm
Honestidad sobre nuestra vulnerabilidad al pecado
En el pasaje del Evangelio de hoy Jesús dice: "El que es perdonado poco, poco ama." En otras palabras, aquellos que no piden perdón muy a menudo tienen poco amor genuino por los demás.
Estamos todos ciegos hasta cierto punto, a los pecados que cometemos. No queremos verlos. Tenemos miedo de que admitir nuestros pecados demostrará que no merecemos ser amados o que Dios nos va a castigar al hacernos miserables. Así que sin pensar en ello (lo cual nos abriría a la verdad), nos centramos en los pecados de otros. Nosotros racionalizamos nuestra propia pecaminosidad. Defendemos nuestras acciones. Nos justificamos a nosotros mismos, olvidando que Jesús ya nos justifica en la cruz.
Estamos controlados por la idea inconsciente: "Si yo no sé cuáles son mis pecados, entonces Dios tampoco." Seguimos siendo el niño que robó un dulce en la habitación de papá justo antes de la cena y se lo comió en un armario oscuro para evitar ser descubierto, sin darse cuenta de que las envolturas caídas en el suelo expondrán nuestro secreto. Bueno adivinen qué, nuestro omnisciente Papá celestial no está interesado en castigarnos.
Hace unos días, describí el pecado como "errar el blanco", es decir, fallar al amar de todo corazón. Como seguidores de Cristo hemos sido redimidos del poder del pecado. Se nos ha renacido como "santos" y ya no somos "pecadores". Sin embargo, pecamos todos los días porque todavía no amamos a Dios y a todos los demás. Nuestro viaje diario hacia el cielo implica mejorar nuestra puntería de manera que le acertemos en el centro del blanco con más frecuencia. Esta es la vida como un santo terrenal.
Dios aprecia nuestro deseo de crecer en la santidad. Considera qué persona en la lectura de hoy disfrutó más de la presencia de Jesús: ¿Simón el Fariseo o la mujer pecadora? Cuando somos como Simón, atrapado en el autoengaño de creer que somos mejores que las personas cuyos pecados son claramente visibles, realmente estamos tratando de protegernos de ser castigados. Este enfoque en uno mismo interfiere con nuestro objetivo: Estamos condenando a los demás como inferiores, no los estamos amando.
Cuando somos como la mujer pecadora, honestos con nosotros mismos acerca de no dar en el blanco, descubrimos un amor más grande: Descubrimos la profundidad a la que Dios se preocupa por nosotros. Apreciamos lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Disfrutamos de su presencia ¡oh, mucho más!
La Misa tiene una oportunidad incorporada para buscar el perdón por las veces que hemos perdido la marca, lo que nos permite recibir el amor que está disponible para nosotros en la Palabra y en la Eucaristía. A principios de la liturgia es el rito penitencial; El sacerdote nos da la absolución de cualquier pecado venial (*) que podemos traer a la mente. Sin embargo, esto ocurre demasiado rápido para un buen examen de conciencia en el acto. Tenemos que prepararnos para ello siendo honestos con nosotros mismos antes de la Misa.
Y cuando no podemos pensar en nuevos pecados, podemos decirle a Dios: "Perdóname por ser ciego - y por querer ser ciego - a mis pecados." Es un buen comienzo para el baño de los pies cansados de Jesús con nuestras lágrimas.
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Dios aprecia nuestro deseo de crecer en santidad.
Jueves de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 19, 2024
1 Corintios 15, 1-11
Salmo 118, 1-2,16ab-17.28
Lucas 7, 36-50
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Honestidad sobre nuestra vulnerabilidad al pecado
En el pasaje del Evangelio de hoy Jesús dice: "El que es perdonado poco, poco ama." En otras palabras, aquellos que no piden perdón muy a menudo tienen poco amor genuino por los demás.
Estamos todos ciegos hasta cierto punto, a los pecados que cometemos. No queremos verlos. Tenemos miedo de que admitir nuestros pecados demostrará que no merecemos ser amados o que Dios nos va a castigar al hacernos miserables. Así que sin pensar en ello (lo cual nos abriría a la verdad), nos centramos en los pecados de otros. Nosotros racionalizamos nuestra propia pecaminosidad. Defendemos nuestras acciones. Nos justificamos a nosotros mismos, olvidando que Jesús ya nos justifica en la cruz.
Estamos controlados por la idea inconsciente: "Si yo no sé cuáles son mis pecados, entonces Dios tampoco." Seguimos siendo el niño que robó un dulce en la habitación de papá justo antes de la cena y se lo comió en un armario oscuro para evitar ser descubierto, sin darse cuenta de que las envolturas caídas en el suelo expondrán nuestro secreto. Bueno adivinen qué, nuestro omnisciente Papá celestial no está interesado en castigarnos.
Hace unos días, describí el pecado como "errar el blanco", es decir, fallar al amar de todo corazón. Como seguidores de Cristo hemos sido redimidos del poder del pecado. Se nos ha renacido como "santos" y ya no somos "pecadores". Sin embargo, pecamos todos los días porque todavía no amamos a Dios y a todos los demás. Nuestro viaje diario hacia el cielo implica mejorar nuestra puntería de manera que le acertemos en el centro del blanco con más frecuencia. Esta es la vida como un santo terrenal.
Dios aprecia nuestro deseo de crecer en la santidad. Considera qué persona en la lectura de hoy disfrutó más de la presencia de Jesús: ¿Simón el Fariseo o la mujer pecadora? Cuando somos como Simón, atrapado en el autoengaño de creer que somos mejores que las personas cuyos pecados son claramente visibles, realmente estamos tratando de protegernos de ser castigados. Este enfoque en uno mismo interfiere con nuestro objetivo: Estamos condenando a los demás como inferiores, no los estamos amando.
Cuando somos como la mujer pecadora, honestos con nosotros mismos acerca de no dar en el blanco, descubrimos un amor más grande: Descubrimos la profundidad a la que Dios se preocupa por nosotros. Apreciamos lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Disfrutamos de su presencia ¡oh, mucho más!
La Misa tiene una oportunidad incorporada para buscar el perdón por las veces que hemos perdido la marca, lo que nos permite recibir el amor que está disponible para nosotros en la Palabra y en la Eucaristía. A principios de la liturgia es el rito penitencial; El sacerdote nos da la absolución de cualquier pecado venial (*) que podemos traer a la mente. Sin embargo, esto ocurre demasiado rápido para un buen examen de conciencia en el acto. Tenemos que prepararnos para ello siendo honestos con nosotros mismos antes de la Misa.
Y cuando no podemos pensar en nuevos pecados, podemos decirle a Dios: "Perdóname por ser ciego - y por querer ser ciego - a mis pecados." Es un buen comienzo para el baño de los pies cansados de Jesús con nuestras lágrimas.
(* Venial significa "menor"; un pecado venial ha roto nuestra unidad con Dios, pero no ha destruido toda nuestra relación con Dios. Un pecado "mortal" es un rechazo total de Dios y que entendemos perfectamente lo que estamos haciendo. Esto requiere todos los beneficios del Sacramento de la Reconciliación para la restauración de nuestras almas.)
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Oración y Reflexión Diaria
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Jesús es la razón de tu esperanza, no las circunstancias o las personas de tu vida.
Viernes de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Memorial de San Andrés Kim Taegon, presbítero y San Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires
Septiembre 20, 2024
1 Corintios 15, 12-20
Salmo 16, 1bcd.6-8b.15
Lucas 8, 1-3
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/092024.cfm
Encontrar esperanza en medio del desaliento
¿Te sientes desanimado? ¡Entonces pon tu atención de nuevo en Jesús!
Jesús es la razón de tu esperanza, no las circunstancias o las personas de tu vida. Dios es más grande que tu peor problema y le importas - él realmente, realmente se preocupa por ti. Pero él no tiene una varita mágica para hacer que todo de repente se convierta en fácil, agradable y feliz. ¿Qué santidad aprenderíamos de eso? ¿Y cómo las personas que nos están causando problemas ganarían humildad?
Si pudiéramos visitar el lejano futuro, ver hacia atrás este momento y ver dos rutas opcionales - una en la que Dios nos lleva con un atajo hasta el final de nuestros problemas y, otra, en la que caminamos todo el trayecto a través del valle de sombras con Jesús - sin duda preferiríamos la segunda. ¡Hay tanto que podemos obtener! Más bendiciones, más triunfos, más crecimiento espiritual, más beneficios para los que están en el viaje con nosotros, más ministerio que brota de él para que podamos hacer una diferencia grande ayudando a los demás y, así, sucesivamente, mucho más.
Sin embargo, morir a nuestro deseo de que todo sea fácil, agradable y feliz en este momento es, para nosotros, una muerte difícil. Vamos a llorar, pero el duelo nos va a ayudar a llegar más allá de la alegría de la resurrección que surge de las penurias.
Todas nuestras muertes (nuestros sufrimientos, humillaciones, rechazos, persecuciones, falsas acusaciones contra nosotros, pérdida de las personas que amamos, etc.) siempre resultarán en resurrecciones si seguimos de cerca a Jesús. Pero en medio del desaliento y la depresión parece imposible, ¿verdad? Eso es porque, antes de que ocurra la resurrección, no podemos imaginar cómo Dios va a convertir nuestras muertes diarias en una nueva vida.
Para que Jesús sea nuestra fuente de esperanza tenemos que colocarlo directamente frente a nosotros y debemos mantener nuestros ojos en él. Tenemos que dejar que bloquee nuestra visión de lo que está mal y lo que tememos que podría salir mal. Tenemos que dejar que su crucifixión absorba el dolor que estamos sintiendo. Cuando conectamos nuestros sufrimientos al sacrificio de Cristo, también conectamos nuestras vidas a su resurrección.
Como dice San Pablo en la primera lectura de hoy, ¿cómo puedes decir que no habrá resurrección para ti? Si no hay resurrección, Cristo mismo no ha resucitado y nuestra fe es inútil, sin sentido.
En lugar de ver la evidencia del sufrimiento y la muerte y usarlas como prueba de que nuestras vidas no van a mejorar, tenemos que esperar el tiempo perfecto de Dios para la nueva vida que comienza. Al confiar en Él y seguir su guía en cada paso del camino, podemos cantar con el salmista en nuestro Salmo responsorial de hoy, "¡Señor, cuando tu gloria aparezca, mi gozo será completo!"
© Terry A. Modica, Good News Ministries (Por favor, compártelo intacto.)
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LAS BUENAS NOTICIAS DE HOY: Jesús es la razón de tu esperanza, no las circunstancias o las personas de tu vida.
Viernes de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Memorial de San Andrés Kim Taegon, presbítero y San Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires
Septiembre 20, 2024
1 Corintios 15, 12-20
Salmo 16, 1bcd.6-8b.15
Lucas 8, 1-3
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Encontrar esperanza en medio del desaliento
¿Te sientes desanimado? ¡Entonces pon tu atención de nuevo en Jesús!
Jesús es la razón de tu esperanza, no las circunstancias o las personas de tu vida. Dios es más grande que tu peor problema y le importas - él realmente, realmente se preocupa por ti. Pero él no tiene una varita mágica para hacer que todo de repente se convierta en fácil, agradable y feliz. ¿Qué santidad aprenderíamos de eso? ¿Y cómo las personas que nos están causando problemas ganarían humildad?
Si pudiéramos visitar el lejano futuro, ver hacia atrás este momento y ver dos rutas opcionales - una en la que Dios nos lleva con un atajo hasta el final de nuestros problemas y, otra, en la que caminamos todo el trayecto a través del valle de sombras con Jesús - sin duda preferiríamos la segunda. ¡Hay tanto que podemos obtener! Más bendiciones, más triunfos, más crecimiento espiritual, más beneficios para los que están en el viaje con nosotros, más ministerio que brota de él para que podamos hacer una diferencia grande ayudando a los demás y, así, sucesivamente, mucho más.
Sin embargo, morir a nuestro deseo de que todo sea fácil, agradable y feliz en este momento es, para nosotros, una muerte difícil. Vamos a llorar, pero el duelo nos va a ayudar a llegar más allá de la alegría de la resurrección que surge de las penurias.
Todas nuestras muertes (nuestros sufrimientos, humillaciones, rechazos, persecuciones, falsas acusaciones contra nosotros, pérdida de las personas que amamos, etc.) siempre resultarán en resurrecciones si seguimos de cerca a Jesús. Pero en medio del desaliento y la depresión parece imposible, ¿verdad? Eso es porque, antes de que ocurra la resurrección, no podemos imaginar cómo Dios va a convertir nuestras muertes diarias en una nueva vida.
Para que Jesús sea nuestra fuente de esperanza tenemos que colocarlo directamente frente a nosotros y debemos mantener nuestros ojos en él. Tenemos que dejar que bloquee nuestra visión de lo que está mal y lo que tememos que podría salir mal. Tenemos que dejar que su crucifixión absorba el dolor que estamos sintiendo. Cuando conectamos nuestros sufrimientos al sacrificio de Cristo, también conectamos nuestras vidas a su resurrección.
Como dice San Pablo en la primera lectura de hoy, ¿cómo puedes decir que no habrá resurrección para ti? Si no hay resurrección, Cristo mismo no ha resucitado y nuestra fe es inútil, sin sentido.
En lugar de ver la evidencia del sufrimiento y la muerte y usarlas como prueba de que nuestras vidas no van a mejorar, tenemos que esperar el tiempo perfecto de Dios para la nueva vida que comienza. Al confiar en Él y seguir su guía en cada paso del camino, podemos cantar con el salmista en nuestro Salmo responsorial de hoy, "¡Señor, cuando tu gloria aparezca, mi gozo será completo!"
© Terry A. Modica, Good News Ministries (Por favor, compártelo intacto.)
Buenas Nuevas Católicas
Encontrar esperanza en medio del desaliento
Encuentra esperanza en Jesús en medio de los desafíos de la vida. Descubre el poder de la fe y la importancia de enfocarse en Cristo.