Reflexiones de las Buenas Nuevas:
Haciendo que las escrituras sean significativas
para tu vida diaria.
por Terry Modica
“Durante la Liturgia Eucarística en la Misa, el tiempo desaparece y estamos unidos a nuestro Señor que vive en la eternidad.”
Reflexión de las Buenas Nuevas para:
Miércoles de la Semana de Navidad
Enero 3, 2024
Oración para hoy:
Señor mío: dame la gracia de reconocer tu presencia real en la Eucaristía. Perdóname por vivir encerrado en mis preocupaciones, sin recurrir a ti, el Pan Vivo bajado del cielo. Amén.
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Lecturas de hoy:
1 Juan 2, 29–3, 6
Salmo 98 (97), 1.3cd-6
Juan 1, 29-34
bible.usccb.org/es/bible/lecturas/010324.cfm
¡Mira! ¡La Eucaristía es el Cordero de Dios!
En cada Misa, escuchamos al sacerdote que preside decir las palabras de Juan el Bautista que se citan en el pasaje evangélico de hoy: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. ¿Mirar qué? ¿Una oblea de pan? El sacerdote no nos está mostrando algo visible a nuestros ojos. “He aquí” significa, “¡Miren con la visión de la fe y vean a Jesús! ¡Él está aquí! ¡Acéptenlo! ¡Adórenlo! ¡Recíbanlo!”
A lo cual respondemos con la humildad del centurión en Lucas 7, 6: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanar mi alma”.
Con esta sanación, somos liberados de nuestros pecados, gracias al Rito Penitencial al comienzo de la Misa si realmente nos arrepentimos. Con esta sanación, recibimos a Jesús en toda su humanidad y su divinidad. Con esta sanación, podemos dejar la iglesia reformada y renovada a la semejanza de Jesús. Nos convertimos en tabernáculos de su Verdadera Presencia.
¿Es la misa ese tipo de experiencia para ti? Requiere atención completa para lo que está sucediendo en la Misa — en todas las partes de la Misa.
Jesús está presente en la canción comunitaria que inicia la Misa.
Jesús está presente en el Rito Penitencial, escuchando la sinceridad y el conocimiento genuino de nuestra necesidad de arrepentirnos del pecado.
Jesús está presente en la Liturgia de la Palabra: la Palabra leída y la Palabra predicada, la Palabra fraccionada como pan para nutrir nuestro crecimiento espiritual (y cuando la homilía es pobre o ausente, el Espíritu Santo nos predica en privado; los pensamientos extraviados a menudo son una acción de Dios). Jesús también está presente en todas las oraciones de la Misa.
Como Juan el Bautista, podemos decir: “No lo conocí” (v. 31). En otras palabras: “Solo vi pan y vino, pero el Espíritu Santo me reveló la presencia de mi amado Salvador” o “Fui pecador y no me di cuenta del daño que había hecho, pero el Espíritu Santo expuso suavemente mis pecados y me ayudó a superarlos” o “Fui herido y no supe cómo ser sanado, pero el Espíritu Santo me guió hacia los recursos adecuados, el consejero adecuado, el médico correcto”.
La primera lectura de hoy dice que ahora somos hijos de Dios; sin embargo, lo que seremos después de morir en Cristo aún no se ha revelado. No lo sabremos ni lo entenderemos o lo experimentaremos hasta que muramos, y entonces “seremos como él”. Estamos parcialmente como él ahora, porque sólo lo entendemos parcialmente. Después de la muerte, “lo veremos tal como es”, y luego querremos ser como él plenamente; si de alguna manera no somos como él, con mucho gusto purificaremos eso de nosotros (que es el proceso llamado purgatorio).
Durante la Liturgia de la Eucaristía, cuando el pan deja de ser pan y se convierte en el Cuerpo de Jesús, y el vino se convierte en su Sangre, el tiempo desaparece y nos unimos a nuestro Señor que vive en la eternidad. A través de la Eucaristía, experimentamos el sabor del cielo. Nos volvemos como Jesús, y seguimos siendo como él, después de la Misa, en la forma en que lo imitemos.
© 2023 por Terry A. Modica
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