La Parábola de la Perra Llamada Gigi

Parábola de la Perra llamada Gigi

[ PROFUNDIZA TU FE ]

 

Había una vez una linda perrita llamada Gigi. Le encantaba encontrarse con perros amigables y jugar a traer la pelota con ellos. Uno de sus compañeros favoritos era un gran Pastor Alemán llamado Cocoa.

Un día, Cocoa llevó al parque una nueva pelota blanda y brillante. Cocoa era muy buena empujando la pelota con su trompa y corriendo por todo el parque con ella. Gigi decidió unirse al juego de Cocoa. Dado que el Pastor Alemán se estaba divirtiendo tanto y que era tan amigable, moviendo su cola cada vez que miraba a Gigi, Gigi se imaginó que a Cocoa le gustaría que Gigi se sumara.

Entonces Gigi corrió frente a Cocoa para agarrar la pelota. Luego corrió adelante y puso la pelota en el suelo, esperando ansiosa a Cocoa para correr y empujar la pelota con su trompa.

Pero, para sorpresa de Gigi, Cocoa se quedó quieta y gruñó.

“¿Qué hice mal?” se preguntó Gigi.

“Agarraste mi pelota”, gruñó el Pastor Alemán.

Cerca, un gran Rottweiler miraba todo. El Rottweiler trotó hasta Gigi y ladró: “Te llevaste la pelota de Cocoa. Te voy a morder para que aprendas a no hacerlo nunca más.”

“Pero yo no tengo la pelota de Cocoa”, gimoteó Gigi. “Pensé que estaba contribuyendo con el juego de Cocoa. Y mira, allí está la pelota en el suelo para que Cocoa la empuje con su trompa.”

El Pastor Alemán ladró: “Te robaste mi pelota.” El Rottweiler también ladró estando de acuerdo.

Gigi miró a ambos. Podrían destrozarla si tuvieran esa intención. “Créanme, esa no era mi intención. Pensé que les gustaría que yo me uniera a su juego. Aún es su juego. Aún es su pelota. No intentaba robar nada.” Miró sus ojos y vio que no se ablandaban, no comprendían. Entonces dijo: “Les pido perdón por haber hecho algo mal.” Y se alejó triste.

El Pastor Alemán miró al Rottweiler y dijo: “Bueno, eso es suficiente para mí.”

En la otra punta del parque, Gigi se acostó al sol. Pensó sobre lo que había pasado. “Nunca podré confiarles las verdades de mi corazón. Nunca será divertido jugar con ellos porque podrían malinterpretar la forma en que juego.”

Gigi miró a los demás perros a su alrededor y distinguió a una vieja amiga, una Shitzu llamada Mona. “Estoy segura con ella,” se dijo Gigi. Trotó hasta Mona, le golpeó el hombro y la invitó a jugar, juntos comenzaron una divertida pelea de amigas.

La moraleja de la historia es: cuando piensas que alguien te ha hecho algo malo, escucha bien su corazón. Podrías descubrir una verdad que profundice tu amistad.

¡Guau, guau!

© 2024 por Terry A. Modica


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