[ PROFUNDIZA TU FE ]
La Pasión de San Pablo
El siguiente video y las cuatro reflexiones sobre las escrituras describen cómo evangelizar aprendiendo de los ejemplos dejados por San Pablo.
Llamado y Enviado
En Juan 12, 44-50, Jesús se describe a sí mismo como la luz del mundo y explica por qué vino: “para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.” En Hechos 12, 24-13,5, vemos a Bernabé y a Saulo (el nombre judío para Pablo) siendo llamados por el Espíritu Santo y enviados por la comunidad (la Iglesia) para llevar la luz de Cristo al mundo en la oscuridad, para evangelizar con coraje.
Hoy, el Espíritu Santo sigue llamando y la Iglesia sigue enviando: tú y yo (¡sí, tú también!) somos enviados a la oscuridad, para compartir la luz de Cristo. No son solamente los sacerdotes ordenados los que son enviados; en el documento del Concilio Vaticano II, el “Decreto sobre el Apostolado de los Laicos”, los obispos escribieron:
“Los seglares cumplen esta misión de la Iglesia, ante todo, con la concordancia entre su vida y su fe, con la que se convierten en la luz del mundo…” (párrafo 13).
Difundimos la luz de Jesús, comportándonos de la manera en que Jesús lo habría hecho – con amor, perdón, paciencia, caminando la milla extra, etc. – y hablando para explicar a quién estamos imitando y por qué.
Jesús dice en otra parte (ver Mateo 5, 14-16) que una luz escondida debajo de una canasta, es inútil. La fe se transforma en ocasión de pecado si la limitamos a una experiencia privada. La fe es la que nos forma a imagen de Cristo, que vino a la tierra para llevar a los demás al reino de Dios. Si tenemos verdadera fe, estamos motivados para ser como Jesús, en nuestro trato con otros, para que, ellos también, experimenten el amor de Dios.
“Es necesario que los laicos busquen en la luz de la fe los motivos más elevados de obrar en la vida familiar, profesional, cultural y social, y los manifiesten a los demás aprovechando las ocasiones, conscientes de que con ello se hacen cooperadores de Dios Creador, Redentor y Santificador, y de que lo glorifican” (párrafo 16).
Podemos cambiar al mundo, comenzando en nuestros hogares, pero también en el lugar de trabajo y en los ambientes sociales, cuando la razón de nuestro comportamiento amable, bueno y cariñoso, está clara y visiblemente unida a nuestra fe en Jesús.
Cuando surgen los problemas, somos testigos de la luz de Cristo si, como este documento lo señala, “aprenda… a verlo, a juzgarlo y a hacerlo todo a la luz de la fe, a formarse y perfeccionarse a sí mismo por la acción con los demás [amándolos generosamente sin importar lo difícil que sea], y a entrar así en el servicio activo de la Iglesia. Esta formación, que hay que perfeccionar constantemente a causa de la madurez creciente de la persona humana y de la evolución de los problemas, exige un conocimiento cada vez más profundo y una acción cada vez más adecuada “(párrafo 29).
Somos faros de la luz de Cristo cuando aprendemos de nuestros problemas y crecemos desde nuestras pruebas.
¿Cuán brillante es tu luz? ¿La oscuridad de quién está iluminando? ¿Tienes pasión por evangelizar con coraje?
Seguro de Sí Mismo Pero No Independiente
En Hechos 20, 28-38, tenemos un destello de la influencia de San Pablo en los asuntos de los negocios y la comunidad. Transformó la ciudad de Éfeso viviendo el Evangelio. Aunque era un poderoso predicador de la verdad, sus palabras estaban respaldadas por la santidad del Espíritu de la Verdad que vivía en él.
Si somos redactores de homilías extraordinarias, o profesores de educación religiosa, o escritores de reflexiones diarias, pero no estamos predicando el mismo mensaje con nuestro comportamiento diario, persona-a-persona, aunque queramos evangelizar con coraje, el talento de predicar está siendo usado provocando escándalo. Es un pecado terrible y trascendente. Sería preferible perder nuestra voz, antes que nuestras almas sean heridas o perdidas por culpa nuestra.
Fíjate cómo lo hizo San Pablo. Con todo derecho podría haber pedido a la comunidad eclesial que financiara sus gastos de vida, sin embargo trabajó como constructor de carpas, para ocuparse de sus propias necesidades y ayudar a sus compañeros. Así influyó en la moral de la sociedad Efesia, mostrando que es importante valerse por sí mismo, para poder “ayudar al débil.”
Se ocupó de sus propias necesidades hasta que pudo, no para ser autosuficiente de una forma aislada, sino para ser generoso con los demás. Siempre vigilante, se dio cuenta de lo que estaba pasando en la comunidad. Cuando rehusaron aceptar su ayuda, se preocupó por ellos hasta las lágrimas.
Ser seguro de sí mismo puede sentirse como independencia y la independencia puede conducir fácilmente a separarse de la comunidad, cuando orgullosamente tratamos de ocuparnos de nuestras necesidades por nosotros mismos. Vivir el Evangelio significa dar y recibir, para así tener más para dar.
No podemos ser verdaderos cristianos – verdaderamente a imagen de Cristo – si no estamos en comunidad con otros creyentes. Comunidad significa transitar juntos en el camino de la fe.
En 1 Tes 2, 1-8, fíjate cómo San Pablo predicó las Buenas Nuevas a los Tesalonicenses. “Nos deleitamos en compartir con ustedes… nuestras propias vidas.” Mientras Pablo y su equipo de evangelización visitaban Tesalónica, entraron en relación con las personas.
Pablo hace una lista de lo que no es una comunidad (es decir, lo que es contrario a las relaciones cristianas). En una verdadera comunidad, no hay engaño, o motivos impuros o trucos, no hay cosquilleos en los oídos con palabras amables o aduladoras, no hay codicia de ninguna clase, ni búsqueda de gloria.
Si tienes necesidades que no son satisfechas, la miseria que sientes es una llamada de advertencia. Ya sea que no te avienes a lo que Dios quiere darte a través de otros, o los otros están negándose a ser usados por Dios.
Como demostró San Pablo, recibiendo lo que necesitamos y compartiendo lo que tenemos, transformamos al mundo.
Terminando el Trabajo a Pesar de las Dificultades
Si pudiéramos prever las adversidades que se encuentran delante de nosotros, en nuestros caminos de servicio en el reino de Dios, saldríamos con buenas excusas para sentarnos en una silla cómoda al costado del camino, y quedarnos allí, ¿verdad? Preferimos seguir haciendo lo que ya funciona bien. “¡Señor, no me pidas que deliberadamente me ponga en situaciones difíciles y pruebas!”.
Como vemos en Hechos 20, 17-27, San Pablo sabía que ir a Jerusalén significaría “cadenas y penurias”, por lo tanto ¿por qué fue? ¿No podría haber sido igualmente útil para el Señor si se hubiera quedado donde era aceptado y apreciado?
Pablo confiaba en Dios. No obstante, él sabía que no estaba a salvo de aquellos que podrían ponerlo en prisión y, eventualmente, matarlo por predicar la verdad. ¿Qué hace a una persona deseosa de decir sí al llamado de Dios, cuando es una certeza que no siempre será fácil y divertido, cuando estar seguro en Dios no significa estar a salvo de la persecución y las adversidades?
Pablo contestó esta pregunta con: “No pongo el valor en mi vida. Sólo valoro terminar el servicio que el Señor Jesús me ha asignado.”
Piensa en esto: ¿Qué es lo que más te importa? ¿Tu vida (tu comodidad, tu seguridad, tu liberación de los problemas)? ¿O el trabajo de Dios, que te dio para que cumplas, y que nadie más puede hacer de la forma que tú puedes?
Todos tenemos nuestras misiones. Tú estás en medio de una muy importante en este momento. Reconoce el valor de lo que estás haciendo; fíjate cómo glorifica a Dios, cómo hace una diferencia para Su reino. Comprende el valor de tus adversidades: cómo están incrementando tu santidad, tu compasión y tu habilidad para ayudar a otros.
Mira 2 Corintios 11, 18-30 para ver cuánto sufrió San Pablo en su pasión por servir al reino de Dios. Y sin embargo, no se sentía deprimido, cínico o descorazonado. No estaba protestando. ¿Por qué no? Porque sabía que su trabajo era valioso. Comprendió los tesoros eternos que brotaban de continuar a través de las dificultades y sacrificios, y audazmente enfrentar el peligro por el bien de la salvación de los demás.
Nos recuerda que, en lugar de enfocarnos en nuestras adversidades, nos sentimos mejor cuando mantenemos nuestros ojos en el objetivo – la línea de llegada – y en el Señor, para quien estamos haciendo esto.
Si abandonamos antes de alcanzar la meta, perdemos nuestras almas en el mundo, donde no estamos seguros para nada. Solamente en Dios estamos verdaderamente seguros. Él sana nuestras heridas, besa nuestros corazones heridos, y nos eleva por encima de las pruebas, y nos pone sobre su cálida y amorosa falda, donde estamos siempre amados y seguros.
Dios nos dio todo lo necesario para cumplir los propósitos para los cuales nos creó. Si hay alguna falla, o falta de actividad, es porque no hemos avivado suficientemente la llama del Espíritu Santo que está dentro de nosotros. Pablo estaba lleno del fuego del Espíritu Santo. Esta era la fuente de su pasión, su energía abrasadora para expandir la Buena Noticia sin importar nada. Él estaba lleno de pasión por evangelizar con coraje.
Nosotros avivamos este fuego si continuamente alimentamos nuestras almas con el alimento de la escritura, amigos centrados en Cristo, enseñanzas de la Iglesia y eventos formadores de fe. La llama es atizada con más brillo y calor con las decepciones que nos apasionan para levantarnos y salir a hacer una diferencia en la Iglesia y en el mundo.
Mensajeros Valientes Potenciados por el Espíritu
¿Eres un mensajero valiente del Evangelio? Sólo es posible con el Espíritu Santo. Sin esta ayuda de Dios, fracasamos debido a nuestras deficiencias, y perdemos grandes oportunidades por miedo a fracasar.
Imagina cómo se habrá sentido San Pablo en Hechos 25, 13-21. Nos maravillamos por su coraje, cuando continuó sirviendo al reino de Dios, aún durante sus pruebas y encarcelamiento. ¿Podrías hacer esto? ¿Podría yo? ¡¡¡SÍ!!! Pero sólo gracias al Espíritu Santo.
Un poquito de coraje es todo lo que Dios necesita. Jesús lo multiplica y el Espíritu Santo provee la plenitud. Pablo siempre tenía mucho coraje, y lo usó para perseguir a los cristianos. Pero luego el Espíritu Santo le dio la comprensión de quién era realmente Jesús, y de cómo usar ese coraje apasionado para difundir la verdad.
¿Qué necesitas del Espíritu Santo para que puedas ser un mensajero valiente del Evangelio? ¿Qué necesitas para poder servir al reino de Dios sin temores? ¿Qué necesitas para evangelizar con coraje?
La valentía viene de la confianza. Aunque pueda parecer que no tienes lo que se necesita para levantarse de los problemas y salir victorioso, es solamente porque te estás moviendo más allá de tu zona de comodidad. Si la situación estuviera en tu zona de comodidad, no necesitarías coraje. La situación se sentiría segura. Confiar en Dios significa dar pasos audaces y aterradores hacia lo desconocido.
Sea lo que sea que necesites para experimentar más valor, recuerda esto: el Espíritu de Dios es confiable y lo hará disponible para ti, exactamente cuando lo necesites. Si no parece que lo tuvieras ahora, es porque no lo necesitas aún. ¡Confía que Dios te lo dará cuando sea el tiempo de usarlo!
¿Qué tienes miedo que suceda? ¿Qué temor está bloqueando el don de valentía de Dios? Pídele al Espíritu Santo que te ayude a ir debajo de la superficie de tu vida, dentro de las profundidades de tu corazón, con verdadera honestidad, para encontrar tu respuesta. Luego lleva tus necesidades a Jesús, y espera que el Espíritu Santo te dé lo que te falta. Los cambios podrían llegar gradualmente pero ¡tú nunca serás el mismo!
Para ayudar a este proceso, usa la plegaria del Papa San Juan Pablo el Grande al Espíritu Santo, de mayo 30, 1998:
“¡Ven Espíritu Santo, ven y renueva la faz de la tierra! ¡Ven con tus siete dones! ¡Ven Espíritu de Vida, Espíritu de Comunión y Amor! La Iglesia y el mundo te necesitan. Ven, Espíritu Santo, y haz más fructíferos los carismas que nos has conferido. Da nueva fuerza y celo misionero a estos hijos e hijas tuyos…Abre sus corazones; renueva su compromiso cristiano para el mundo. Hazlos valientes mensajeros del Evangelio, testigos de Cristo Jesús resucitado, el Redentor y el Salvador. Fortalece su amor y fidelidad a la Iglesia.” ¡Amén!
En Romanos 15, 14-21, San Pablo desafió a los cristianos a ir más allá de sí mismos en la misión y el ministerio. Al mismo tiempo, explicó el secreto de este éxito: “En Cristo Jesús tengo motivos para gloriarme en lo que concierne a Dios”, refiriéndose a los signos y prodigios que había realizado por el poder del Espíritu de Dios. Recuerda, Dios te dará a ti la pasión de evangelizar con coraje, como lo hizo por Pablo, y la fuerza y el coraje para hacer más que antes por el reino de Dios.
© 2014 por Terry A. Modica
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