En nuestro trayecto en Adviento, piensa: ¿Cuánto afecta tu vida diaria el gozo del Espíritu de Cristo? El gozo que surge de reconocer la presencia de Jesús es un regalo de Navidad de Dios para nosotros. Es un gozo que debe durar todo el año.
Los versículos de Lucas 1, 30-44 muestran a Isabel y su hijo no nacido, Juan, reaccionando a la cercanía del Cristo no nacido. Sabemos que Isabel comprendió, inmediatamente, que María estaba embarazada del Señor, porque este pasaje del Evangelio dice que ella estaba llena de gozo con el Espíritu Santo. Pero, ¿cómo pudo comprender el Juan si era un feto? ¿Cómo pudo saltar de gozo mientras aún estaba en el vientre? ¡Mira este video-reflexión de Adviento y descúbrelo!
El Espíritu Santo animó la fe de Isabel y Juan mediante un acto de gracia que dependía de la actividad futura de Cristo. Para nosotros, nuestra fe es animada por la gracia que nos da Dios en los Sacramentos.
El gozo que surge de reconocer la presencia de Jesús es un regalo de Navidad de Dios para nosotros. Es un gozo que debe durar todo el año. Es un estilo de vida, no una fiesta. Proviene de una fe que aprecia a Dios por obrar misericordiosamente en formas que podemos ver y en formas que no podemos ver, porque confiamos en su bondad. Incluso cuando sufrimos o nos sentimos tristes, podemos aprender a reconocer la presencia de Cristo.
¿Y luego qué? Como Juan, estamos llamados a ser heraldos de la presencia de Cristo. ¿Cómo? Primero, compartiendo nuestro gozo con los demás.
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