¿Quién es el Espíritu Santo?


¿Cuáles son los dones del Espíritu?
¿Cuáles son los frutos de la vida en el Espíritu?

[ el Espíritu Santo ]

 

¿Quién es el Espíritu Santo? Hasta que los discípulos recibieron el don del Espíritu Santo en Pentecostés, la Tercera Persona de la Trinidad aun no había descendido a la tierra para morar en ella. Después que Jesús ascendió al cielo, el Espíritu Santo descendió para encarnarse, por decirlo así, en todos los creyentes — no sólo en los apóstoles y no sólo para ocasiones especiales. El Espíritu de Dios ha estado viviendo con nosotros y morando en nosotros desde entonces.

Nota: En este sitio web, yo uso el pronombre “él” cuando me refiero a esta Tercera Persona de la Trinidad, pero sólo con el objetivo de utilizar lo que es familiar para nosotros y no causar distracciones con la palabra “ella”. No obstante, el libro de la Sabiduría en el Antiguo Testamento se refiere al Espíritu como “ella” y dado que el Espíritu Santo es el Dador de Vida y nos alimenta como lo hace una madre, es correcto pensar en el Espíritu de Dios en términos femeninos. Pero Dios no es ni hombre ni mujer;  paradójicamente, fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, lo que significa que Dios es ambos, hombre y mujer.

Sabemos que Jesús nació hombre y empleando las limitaciones del lenguaje humano, él llamó a la Primera Persona de la Trinidad “Padre”. Lo que nos queda, cuando queremos entrar en contacto con el lado femenino de Dios, es el Espíritu Santo como “ella”. Esta es una interpretación teológicamente correcta, pero no hay nada de malo en continuar llamando “él” a la Tercera Persona.

¿Quién es el Espíritu Santo?

Es la Persona de la Santísima Trinidad que perdona los pecados y santifica las almas. En el confesionario, el sacerdote representa a Jesús y a todo el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Pero la absolución es una acción del Espíritu Santo.

† Y dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes se los retengan, serán retenidos.” (Juan 20, 22-23)

† … ustedes fueron santificados, ustedes fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. (1 Corintios 6, 11)

El Espíritu Santo nos brinda el amor de Dios, para nuestro propio gozo y para compartirlo con los demás, incluso con aquellos que son difíciles de amar.

† … el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo… (Romanos 5, 5)

El Espíritu Santo es verdad, proporciona verdad, explica la verdad.

† Ver Juan 14, 16-17 y 15, 26.

El Espíritu Santo mora en nuestros cuerpos y los santifica…

† Ver 1 Corintios 3, 16 y 6, 19

…por lo tanto, el Espíritu Santo algún día resucitará nuestros cuerpos de la muerte.

† Ver Romanos 8, 11.

El Espíritu Santo fortalece nuestra fe.

† Ver Hechos 6, 5.

El Espíritu Santo nos da sabiduría divina.

† Ver Hechos 6, 3.

El Espíritu Santo da testimonio de Cristo, es decir, confirma la validez de Jesús y de sus enseñanzas, tocando los corazones de las personas cuando están listas para crecer en el conocimiento de la fe.

† Ver Juan 15, 26.

El Espíritu Santo nos guía en nuestra labor por el Reino de Dios.

† Ver Hechos 8, 29.

El Espíritu Santo nos inspira en nuestros papel como profetas o mensajeros del reino.

† Ver Hechos 11, 28 y 13, 9.

Los dones del Espíritu

El Espíritu Santo es la fuente de gracias y dones.

† Ver 1 Corintios 12, 3-11.

¿Cuáles dones? Existen dos clases: aquellos que nos santifican y aquellos que nos otorgan favores extraordinarios para ayudarnos en nuestras vidas cristianas y ministerios.

El libro de Isaías nos da una lista de siete dones santificantes (Isaías 11:2-3).

  1. Sabiduría: La sabiduría de Dios es opuesta a la sabiduría del mundo. El don de la sabiduría del Espíritu Santo nos ayuda a desprendernos del mundo y a apreciar sólo lo que viene del cielo. La sabiduría, cuando se pone en uso en la vida diaria, es la que nos separa de nuestras viejas costumbres.
  2. Entendimiento: ¿Qué es lo que no entiendes acerca de las enseñanzas de la Iglesia o de los caminos de la fe? Pide al Espíritu Santo que te dé comprensión. Él te va a iluminar y te dará un don de entendimiento que te hará comprender, a veces rápidamente o a veces gradualmente, hasta el punto que sea necesario, para tu salvación y para tu labor para el Reino de Dios.
  3. Consejo: ¿Eres indeciso a veces? ¿O no estás seguro y estás lleno de dudas acerca de tus elecciones? El Espíritu de Dios nos guía e instruye para que así podamos tomar la decisión correcta. Mi oración favorita para esto es: “Señor, abre las puertas de las oportunidades para que vaya yo a ellas y cierra las puertas que lleven a otra parte.” ¡Y él lo hace!
  4. Fortaleza: ¿Estás cansado de las pruebas? El Espíritu Santo nos provee de coraje sobrenatural para perseverar y vencer los obstáculos y las dificultades que se presentan, mientras seguimos a Jesús en la misión y en nuestra vida diaria.
  5. Ciencia: Con frecuencia quisiera que Dios me enviara un fax donde me explicara sus planes. Sin embargo, el Espíritu Santo siempre está a la mano para mostrarnos el camino a seguir y de manera sobrenatural si es necesario. Él nos indica también sobre los peligros que hay que evitar y las metas que hay que alcanzar. Escuchen los cantos, las escrituras y a las personas que Dios pone de forma “casual” en tu día. Si lo que ellos te dicen parece conocido, es porque también el Espíritu Santo le ha estado diciendo lo mismo a tu corazón, ten confianza en el mensaje.
  6. Piedad (devoción): ¿De dónde proviene nuestro deseo para abrazar una vida de santidad o de seguir a Cristo en el servicio y el ministerio? ¡Del Espíritu Santo! Somos santos porque el Espíritu de Dios es santo.
  7. Temor de Dios: Una vez que nos hemos convertidos, el respeto a Dios se siente instintivamente, ¿verdad que sí? Es así porque es puramente un don del Espíritu Santo. Entre más viva es nuestra relación con el Espíritu, más detestamos el pecado, porque él es santo y su santidad nos transforma a nosotros.

En 1 Corintios 12, 6-11 (ver también 1 Corintios 12, 28-31 y Romanos 12, 6-8) están listados nueve dones (carismas) extraordinarios. Estos no nos ayudan directamente en nuestra santificación, pero el Espíritu Santo nos los da para ayudarnos a hacer la voluntad del Señor en la vida diaria y en el ministerio. A diferencia de los siete dones santificantes, estos no se otorgan por igual entre los Cristianos, pero se otorgan de acuerdo a las necesidades, a nuestro papel, a los propósitos del Cuerpo de Cristo y a las situaciones específicas hacia donde Cristo nos manda.

  1. Palabra de sabiduría: Si un compañero de trabajo o un miembro de la familia se te acerca con un problema y no tienes idea de cómo ayudarlo, el Espíritu Santo puede sobrenaturalmente darte ideas para compartir, que se centrarán en el problema principal y harán una gran diferencia.
  2. Palabra de conocimiento: Por medio del Espíritu Santo, puedes saber lo que es humanamente imposible de saber, conforme la necesidad crece, incluso sin tener en cuenta que existe la necesidad. Por ejemplo, escribir o decir exactamente las palabras correctas, sin conocer la situación de la persona que escucha.
  3. Fe: Asumimos que cuando no tenemos las respuestas esperadas a nuestras oraciones, se debe a que nuestra fe no es lo suficientemente fuerte. Pero la fe es un don del Espíritu Santo y, de este modo, tenemos toda la maravillosa fe que tuvo Jesús (ver Mateo 17:19), si Dios está de acuerdo con que nuestras oraciones sean respondidas de la manera que deseamos.
  4. Sanación: El Espíritu Santo nos brinda el poder para las sanaciones sobrenaturales. Algunos cristianos tienen en abundancia este don y por lo tanto tienen un ministerio de sanación. Otros se encuentran a sí mismos en situaciones momentáneas donde Jesús quiere sanar a través de la imposición de manos o con oraciones de intercesión. En una relación activa con el Espíritu Santo, estamos dispuestos y listos para ser los instrumentos de Dios, para los milagros del cuerpo, mente y alma.
  5. Milagros: Además de los milagros de sanación, el Espíritu Santo puede y hace obras sobrenaturales en cualquier situación. Un ejemplo frecuente de esto es la transformación del pan y el vino en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo durante la Misa.
  6. Profecía: Exhortar, alentar o decir una verdad que ha sido olvidada o rechazada, son los trabajos de los profetas de Dios. Ellos brindan mensajes del Espíritu Santo a la comunidad cristiana. Una profecía rara vez es sobre el futuro; usualmente es para que nos ayude a seguir a Cristo y servir al Reino de Dios en las dificultades actuales.
  7. Discernimiento de espíritus: Cuando necesitas ayuda para identificar lo bueno de lo malo o para detectar mentiras o sentir la presencia de demonios y ángeles, el Espíritu Santo nos hace ver claramente la verdad con este don.
  8. Diversidad de lenguas: El don de lenguas se recibe (cuando Dios decide darlo) por sumisión de nuestra propia lengua al Espíritu Santo. Hablar en lenguas es el don de profecía, más la sumisión total de la lengua. Esto es diferente a orar en lenguas, que es cuando dejamos de orar en nuestra propio idioma y dejamos que el Espíritu diga la oración, porque no sabemos por lo que tenemos que orar.
  9. Interpretación de lenguas: El don de lenguas no tiene sentido a menos que haya alguien presente que lo pueda traducir a los presentes. Cuando el Espíritu Santo proporciona un mensaje en lenguas para captar nuestra atención, él siempre nos provee la interpretación.

Los frutos de la vida en el Espíritu

Además de los dones del Espíritu, existen los frutos del Espíritu, es decir, los productos de una vida que se ha vivido conectada estrechamente con el Espíritu de Dios. Son sobrenaturales porque estos frutos vienen directamente del Espíritu Santo a través de nuestra conexión con él. El fruto de una vida vivida en Dios son las buenas obras.

† Los frutos del Espíritu son: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, generosidad, fidelidad, bondad y control de sí. (Gálatas 5, 22-23)

  • El amor que tenemos por los demás es una acción del Espíritu Santo. El amor de Dios fluye dentro y fuera de nosotros por el poder del Espíritu, que trabaja en nosotros.
  • Gozo es una acción del Espíritu Santo que nos anima sobrenaturalmente dentro de nosotros, incluso durante los malos tiempos, porque vivimos en Dios y él vive en nosotros.
  • Paz es un don de Jesús, pero es una acción del Espíritu Santo, no como el mundo da la paz, sino sólo como Dios la da cuando permanecemos conectados cerca con él.
  • Amabilidad es una acción del Espíritu Santo. Tú sabes que es sobrenatural cuando te sientes molesto y enojado o herid, y aún así eres capaz de hacer un acto de amabilidad por tu enemigo.
  • Generosidad es el fruto de saber, a través del Espíritu Santo, que Dios ha sido generoso con nosotros y nos permite, a cambio, ser generosos con los demás. Es como Dios distribuye todo lo que el provee. Cuando vivimos en el Espíritu Santo, sabemos que podemos confiar en Dios. El Espíritu Santo nos aconsejará en cómo, cuándo y dónde, compartiremos lo que Dios nos ha dado y no nos dejará en la miseria por seguir sus instrucciones.
  • Fidelidad es como el Espíritu Santo trabaja en nosotros para mantenernos cerca de Dios y con determinación para hacer su voluntad. Nos da hambre de leer la Biblia y para encontrar otras oportunidades para crecer en la fe. Produce nuestro deseo para seguir a Cristo y es lo que nos transforma cuando nos convertimos y pasamos de un estilo de vida mundano, a un estilo de vida cristiano.
  • Amabilidad es tener una voz suave y calmada, de lo contrario seríamos unos gritones enfurecidos. Es tener paciencia para aproximarse lentamente y evangelizar a un no creyente que se resiste o a un católico que no va a la iglesia. El Espíritu Santo es un caballero y cuando dejamos que consuma nuestras vidas con su fuego, nos resulta mucho más fácil ser amable con los demás.
  • Dominio de sí no es auto provocado. Es fruto de una vida vivida en Dios. Cuando el Espíritu de Dios está activo en nosotros, podemos elegir amar cuando es difícil amar, podemos elegir la alegría de Cristo sobre la felicidad temporal que viene de hacer nuestra vida más fácil, podemos elegir la paz de Cristo sobre la manera que tiene el mundo para obtener la paz, podemos ser amables cuando no tenemos ganas de serlo, podemos ser generosos cuando va en contra de nuestros miedos y egoísmos, podemos ser fieles cuando no tiene sentido seguir a Cristo y podemos ser amables cuando tenemos ganas de golpear a alguien en la cabeza con la Biblia que ha estado rechazando.

También tenemos frutos naturales que provienen de nuestro propio esfuerzo. Estos son algo distintos a los frutos del Espíritu. Son los productos de nuestros obras y trabajos, no son las obras y trabajos del Espíritu, que son los productos de vivir en él, con él y por él. Son tan buenos como pueden ser, pero no son sobrenaturales.

Los frutos del Espíritu son las buenas obras y los trabajos que son realizados con alegría y con una paz desconocida en el alma. Son acciones ejecutadas con una facilidad asombrosa y gozo, a pesar de nuestra humana renuencia e incapacidad ordinarias. Cualquier desagrado que sentimos por hacer estas labores, desaparece debido a que el Espíritu Santo, que mora en nosotros, está disfrutando el trabajo y está feliz de hacerlo. Y nosotros, en él, nos deleitamos y sentimos una gran satisfacción por hacer el bien que logramos – nosotros, en sociedad con el Espíritu de Dios.

Bautizado en la vida en el Espíritu

En Juan 3:1-8, Jesús hace énfasis en “nacer del agua Y DEL ESPÍRITU.” ¿Por qué? Porque una vez que los discípulos recibieron al Espíritu Santo, sus propios espíritus fueron animados para continuar la misión redentora de Cristo. Esta misión de la Iglesia nos ha sido transmitida. Todos tenemos la misma vocación, al igual que los primeros discípulos (lo llamamos “el sacerdocio común”). Todos tenemos al mismo Espíritu.

Una renovación del poder del Espíritu Santo en nosotros sucede en cada misa. La palabra “Misa” tiene la palabra “misión” como raíz. Ir a misa significa que nos renovamos para la misión. Esta es la razón por la que los sacerdotes ministeriales se supone que deben terminar cada misa con el envío de Cristo: “Ir a amar y servir al Señor y a unos y otros.” ¡Es muy importante permanecer hasta el final de la misa! En esos momentos finales, nos es dada una poderosa bendición, una unción renovada para ir adelante bajo la dirección y guía del Espíritu Santo, el agente de nuestro éxito.

Si alguna vez sientes que no eres el adecuado para la misión, ¡bien! Se supone que no nos debemos sentir aptos. Tenemos que apoyarnos en el Espíritu Santo. En Romanos 8:26-30, San Pablo señala que en lugar de enfocarnos en nuestras debilidades, incapacidades e insuficiencias, en lugar de poner atención a nuestras carencias e impotencias, tenemos que mirar hacia el Espíritu Santo. El Espíritu de Dios se asocia con nosotros, nos guía y ora con nosotros. Él provee todo lo que nos hace falta para que así podamos tener éxito en la labor para la cual el Padre nos ha llamado.

En Lucas 12:49-53, Jesús dice que él ha venido a prender fuego en el mundo. La evangelización propaga ese fuego. El fuego que él espera con tanta angustia, es el fuego del Espíritu Santo, el cuál Jesús vertió sobre el mundo, después de su resurrección. El Espíritu Santo nos hace arder con el deseo de difundir la Buena Nueva de Jesucristo. El fuego que nos apasiona, es la actividad del Espíritu Santo, un signo seguro que su presencia está viva y bien, dentro de nosotros. El propósito de esta pasión es la de evangelizar al mundo a nuestro alrededor, en donde vivimos, trabajamos, rendimos culto y jugamos, difundiendo el reino de Dios para aquellos que se encuentran prestos a recibirlo.

¿Qué tan ardiente es el fuego del Espíritu Santo encendido dentro de ti? ¿ Están llenando tu vida y ministerio, los dones y frutos del Espíritu?

© 2004 por Terry A. Modica


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