Cantar a Dios: una manera de experimentar Su amor

Cantar a Dios

[ ORACIONES ]

 

Amar a los demás es una decisión que requiere voluntad y compromiso. Muchas veces puede parecernos muy difícil o casi imposible. Pero dejarnos amar por los demás, nos resulta más difícil todavía, porque nuestros traumas e historias de vida hacen que inconscientemente levantemos barreras afectivas para no sufrir. Estas mismas defensas tienen un efecto no deseado y es impedir que recibamos aquel amor que tanto necesitamos. Dios lo sabe y está siempre a la puerta esperando que lo dejemos entrar para experimentar su amor. Cantarle es una manera muy eficaz de facilitarle el trabajo.  

¿Por qué?

Solemos cantar cuando estamos alegres. Es una expresión que surge naturalmente en nosotros cuando experimentamos buenos sentimientos. Por el contrario, no es común que cantemos cuando estamos tristes, amargados o enojados. Cantamos cuando nuestro corazón siente gozo. Si este canto se lo dedicamos a Dios, el viene a nuestro encuentro y hace que nuestro gozo sea completo, sanador y liberador. El Espíritu Santo comienza a moverse en nosotros conquistándonos y produciendo abundantes frutos. 

En las iglesias, retiros o encuentros de fe,  acostumbramos a hacer cantos cristianos que nos hablan de unidad, de caridad, de enseñanzas de los evangelios, reflexiones y un sinfín de contenidos edificadores para la fe. Pero hay una clase de canto que nos introduce rápidamente en una especial presencia de Dios: la alabanza.

“Qué bueno es alabarte Señor y cantar a tu Nombre” (Salmo 92)

Alabar a Dios con nuestro canto por lo que Él es o por lo que Él hace, saca nuestra mirada de nosotros mismos para dirigirla sólo a Él. Es reconocerlo directamente a Él. Es regalarle nuestro más íntimo deseo de dejarlo entrar a nuestras vidas y experimentar su amor.

Si en algunas circunstancias de dolor o tristeza no podemos cantarle, sí podremos comenzar con una sencilla oración de alabanza diciéndole lo que Él significa para nosotros. Después podremos sentir cómo Él va tomando un lugar dentro de nosotros y cómo se ocupa de nuestras profundas heridas. Al final y como un hermoso regalo, brotará desde nuestro corazón el canto.

Para terminar, podemos resumir que con esfuerzo o sin él nuestra alabanza siempre será tomada por Dios como una puerta que le abrimos para dejarlo obrar en nuestros corazones como Él desea hacerlo.  Es una experiencia siempre nueva.                                                         

Alabar a Dios cantando es el fruto que nace en nuestro corazón para volar hacia Él y fundirnos en su amor.

A esto se refiere el Salmo 149 cuando dice:

“Canten al Señor un canto nuevo: su alabanza en la asamblea de los santos.
Alégrese Israel de quien lo hizo, festejen a su rey, hijos de Sión.
Alaben su nombre en medio de danzas, toquen para él el arpa y el tambor”.

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