¡Ahora es el momento de potenciar tu fe!


[ el Espíritu Santo ]

¿Has estado sintiéndote frustrado, profundamente en tus entrañas, porque la Iglesia no parece muy diferente del resto del mundo cuando se trata de lidiar con la pandemia del coronavirus, la política u otras crisis? ¿Estás listo para potenciar tu fe para que luzcas y seas diferente al mundo?

Como destaca la Escritura, hay muchas, muchas más cosas que hizo Jesús que lo que leemos en la Biblia (ver Juan 21, 20-25) — más milagros, más pruebas de que él nos ama, más enseñanzas que nos ayudan a comprender lo que Dios quiere hacer en nosotros y a través de nosotros. Y Jesús sabía esto. Por eso nos dijo que el Espíritu Santo nos enseñaría todo lo que necesitamos saber (ver Juan 14, 26).

El problema es: queremos todo, pero esperamos menos, entonces recibimos menos en lugar del “más” abundante que Dios quiere darnos, y nos vemos menos importantes que los demás (sacerdotes, predicadores famosos que amas escuchar, o que yo tal vez) para los planes de Dios, por eso hacemos obras más pequeñas que las grandes obras que Dios quiere hacer a través de nosotros — ¡de cada uno de nosotros!

¿Por qué estamos atrapados en esta rutina de ineficiencia? Porque Satanás y su corte han estado haciendo todo lo posible para quitarle poder a la Iglesia. ¿Por qué? Porque somos una gran amenaza para ellos. Si el Cuerpo de Cristo en la tierra hoy (tú y yo y todos los que tenemos fe en Cristo) estuviéramos plenamente activos en el Espíritu Santo y fuéramos lo que real y verdaderamente somos — pequeños Cristos unidos y cubriendo toda la tierra, haciendo lo que Jesús hizo — serían Satanás y todos los malvados los que no tendrían poder.

Potenciar tu fe

Hacer grandes cosas por Dios, con Jesús y en el poder del Espíritu Santo, es justamente el plan de Dios. Jesús lo dejó bien en claro en Juan 14, 12 y en muchas otras oportunidades.

Escuchar esto entusiasma mucho, pero ¿lo creemos? Queremos conquistar el mal. Queremos ser una Iglesia llena del Espíritu. Queremos ser los instrumentos del poder divino de Dios. Vemos cómo sucedió diariamente en el Libro de los Hechos, pero deseamos que fuera así hoy. Entonces, ¿dónde está la desconexión? ¿Por qué no podemos detener al coronavirus sobrenaturalmente?  ¿Por qué hay tanta corrupción en la política y en la jerarquía de la Iglesia? ¿Por qué tantos buenos cristianos han tenido tantos miembros de su familia que se han pasado al otro lado y por qué sus demonios no han sido expulsados por nuestras oraciones?

“Todo espíritu que no reconozca a Jesús como Señor, no viene de Dios sino que es el espíritu del anticristo, del cual han escuchado que vendrá e incluso ya está en el mundo. Ustedes, en cambio, son de Dios y lo han vencido, porque más grande es aquel que está en ustedes que el que está en el mundo.” (1 Juan 4, 3-4)

Con Jesús en nosotros, deberíamos poder hacer todo lo que Jesús hizo. ¡Todo y más!

“En verdad, en verdad les digo: quien crea en mí hará las obras que yo hago e incluso mayores que estas, porque yo voy al Padre.” (Juan 14, 12)

Y luego dijo: “El Padre les dará el Espíritu de la Verdad para ayudarlos y para estar con ustedes para siempre. El mundo no lo puede aceptar porque ni lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes.” (Juan 14, 16-17)

¡Guau! Con el Espíritu Santo en nosotros, nada podrá detenernos para ser los instrumentos del poder divino de Dios. ¡Ven Espíritu Santo! ¡Ven con Tu poder! ¡Ven en Tu gloria!

¿Qué necesitamos hacer?

1. Necesitamos identificar, y luego reemplazar (con la ayuda del Espíritu Santo) todas nuestras programaciones equivocadas que se han infiltrado en nuestras ideas sobre la vida cristiana, todas las enseñanzas débiles sobre Cristo que nos han convencido para estar débiles en la fe.

No se adapten a los caminos de este mundo, por el contrario sean transformados mediante la renovación de su mente. Luego podrán conocer la voluntad de Dios y la cumplirán — su voluntad buena, amorosa y perfecta. (Romanos 12, 2)

2. También necesitamos vencer todos los errores que nos dicen que está bien tener una fe mediocre porque sólo algunos pocos santos pueden hacer lo que Jesús hizo. Antes de que Jesús llegara a la tierra, el Espíritu Santo se manifestaba sólo a través de algunas pocas personas santas. Después de que Jesús murió, resucitó y ascendió al Cielo, él le dio el Espíritu Santo a todos — a todos aquellos que creen en Jesús como su Salvador — no sólo a algunas personas especiales.

Jesús dijo: “Quien crea en Mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva fluirán de él.” Con esto se refería al Espíritu Santo, a quien recibirían más tarde todos los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había descendido, ya que Jesús aún no había sido glorificado. (Juan 7, 38-39)

3. Ahora más que nunca, necesitamos arrepentirnos de cooperar con la idea de que no podemos hacer milagros. En nuestro mundo de hoy, más que nunca debemos confiar en el Espíritu Santo para reemplazar nuestra fe subnormal, con las manifestaciones del Espíritu que eran normales en el Libro de los Hechos de los Apóstoles. El Espíritu Santo — el Espíritu de la Verdad — tiene verdades que enseñarnos para que podamos liberarnos para ser los poderosos mensajeros de Cristo llevando a los no creyentes hacia la Fe.

¿Estás listo para convertirte en un cristiano normal? ¡Pídelo! Prepárate para él confesando humildemente que nos hemos convertido en una Iglesia impotente. Nosotros, la Iglesia, hemos transado con el mundo, actuando más como personas del mundo que como las personas del Libro de los Hechos.

¡Señor, Dios Padre, perdónanos por contentarnos con nuestra falta de poder! Gracias por todas las pruebas y la oscuridad en nuestro mundo de hoy, porque están haciendo que no estemos satisfechos con el viejo estado de fe subnormal. ¡Ven Espíritu Santo! ¡Ven con Tu poder! ¡Libera Tu gloria! Potencia nuestra fe en el nombre de Jesucristo, amén.

El Espíritu Santo potencia nuestra fe
a través de la Misa Católica

Aquí hay algo que, probablemente, nadie te haya dicho: recibir la Santa Eucaristía no es el momento más importante de la Misa. ¿Por qué no? Porque cuando lo consideramos así, estamos siendo muy egoístas. Permíteme ser totalmente franca: estamos cometiendo el pecado de egoísmo. Ir a Misa no se supone que se trate de: “qué puedo yo obtener de ella.” Ni siquiera debería tratarse de: “Qué puedo aportar yo”. Quita el “yo” y ¿qué queda?

Cuando recibimos la Santa Eucaristía, si hemos estado participando consciente y humildemente en toda la celebración de la Misa hasta ese momento, nos hemos arrepentido de nuestros pecados. Nos hemos unido a Dios Padre a través de las oraciones del sacerdote. Nos hemos unido a la comunidad, la comunión de los Santos, el cuerpo de Cristo en la tierra, en el Purgatorio y en el Cielo. Hemos consumido a Cristo y nos hemos ofrecido a ser consumidos por él. ¿Con qué propósito? ¿Para sentirnos bien al dejar la iglesia y seguir con el resto del día y la semana? ¿O tal vez para sacar la obligación de asistir a Misa en nuestra lista de cosas para hacer del fin de semana?

¡Dios no lo permita! ¡Dios nos perdone! El propósito de la Santa Misa es enviarnos en el poder del Espíritu Santo. Todo lo que sucede en la Misa, terminando con la recepción de Jesús en la Eucaristía, nos purifica como seguidores de Cristo para vivir la vida de Cristo. Y esto incluye su propósito. Y tú sabes que él vino a la tierra con el propósito expreso de evangelizar a las personas para que lleguen al Reino de los Cielos. Por lo tanto, sabemos que deberíamos salir de la Misa con el expreso propósito de evangelizar a las personas para que lleguen al Reino de los Cielos, en todo lugar al que vayamos.

Esto no significa que debemos odiosamente golpear a las personas en la cabeza con el Evangelio. Lo que sí significa es que, vayamos donde vayamos, hacemos que cada lugar sea sagrado. Significa que el Espíritu Santo, que ya nos ha sido dado plenamente en nuestro bautismo, sale desde nosotros con poder, acercando a las personas a Cristo.

Ir a la Santa Misa y participar consciente y plenamente en cada parte de ella, renueva nuestra verdadera identidad como cristianos. Salimos de Misa como una Iglesia que ha sido purificada y reunificada en la plenitud de Cristo para que evangelicemos con éxito al mundo, en la plenitud del Espíritu Santo.

La vida en Cristo está incompleta y centrada en nosotros mismos si no tenemos una vida que manifieste la santidad y el poder del Espíritu Santo. Nuestra vida en el Espíritu Santo es una farsa si no nos hace lucir diferente a las personas del mundo. Nuestra vida como Iglesia (no sólo la jerarquía, sino tú y yo y todos los que se dicen cristianos) está pecaminosamente incompleta si no acerca a las personas a Cristo por el poder del Espíritu Santo.

¿Por quién estás orando porque no está yendo a la iglesia? ¿Se ha acercado alguien a él en el poder del Espíritu Santo? ¿Alguien le ha mostrado que la vida en Cristo significa vida en el Espíritu Santo, lo cual incluye lo sobrenatural? ¿Alguien le ha mostrado que recibir a Jesús en la Santa Eucaristía consagrada sobrenaturalmente es tan hermosamente transformadora que puede levantarlos por encima de las pruebas de la vida y llenarlos con la paz y el gozo que anhelan tener y que sólo proviene de Jesús a través del Espíritu Santo?

Todos necesitamos arrepentirnos por las veces que descuidamos mostrar a los demás la verdad sobre por qué ir a Misa es mucho mejor que cualquier cosa que hayan intentado. Al mismo tiempo, necesitamos desear, como nuestra prioridad máxima, experimentar el poder del Espíritu Santo durante la Misa. Entonces podemos ir como testigos creyentes, capaces de convencer a otros con nuestras vidas, así como con palabras, que la Misa no sólo vale la pena sino, más importante aún, que mejora nuestras vidas.

Te fue dada la plenitud del Espíritu Santo en tu bautismo. Esto significa que se te dieron todos los dones del Espíritu Santo y los carismas que hacen que la vida cristiana sea sobrenatural. Los cristianos del Nuevo Testamento nos muestran cómo luce una vida normal. Arrepiéntete de vivir una fe subnormal, para que el Espíritu Santo fluya desde ti como agua viva, para renovar la faz de la tierra.

Pide diariamente esto. Sigue a Jesús a donde te lleve para aprender más sobre cómo liberar al Espíritu Santo desde dentro de ti. Hazlo todos los días. Hazlo tu máxima prioridad para que seas el evangelizador que realmente cambia vidas que Dios Padre te ha creado para ser.

“Te bendeciré para que seas una bendición.” (Génesis 12, 2)

© 2021 por Terry A. Modica


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