Las Heridas Sanadoras de Jesús (6) – La Crucifixión


Ana Catalina: Cuando los verdugos no pudieron sacar la prenda de lana … sobre su cabeza, a causa de la corona de espinas, muy dolorosamente le arrancaron esta corona, reabriendo así cada herida … Él se estremeció … Como no podía ponerse de pie, lo llevaron a una gran piedra y lo colocaron sobre ella, pero tan pronto estuvo sentado, agravaron sus sufrimientos poniendo de nuevo la corona de espinas sobre su cabeza.

La Crucifixión

Josefa: ¡Ha llegado la hora de la crucifixión! Los verdugos me extienden sobre la Cruz. Violentamente agitan y extienden Mis brazos para que Mis manos puedan alcanzar los agujeros que han preparado en la madera. Cada choque hace que Mi cabeza coronada de espinas entre en contacto violento con la Cruz…las espinas son empujadas más y más profundamente dentro de ella.

San Alfonso: Después de clavar una de sus manos, los nervios se encogen, de modo que necesitaban más fuerza y cuerdas, como reveló Santa Brígida, para estirar la otra mano y los pies hasta los lugares donde tenian que ser clavados; y esto ocasionó una tensión tan grande en los nervios y las venas, que se rompieron con una violenta convulsión.

¿Ah, mi Jesús, por qué poder fue que
  Tus manos y Tus pies fueron clavados en esta madera,
sino por el amor que Tú has tenido por los hombres?

Venerable María, según lo que entendió que le decía la Santa Madre: Entonces los verdugos ordenaron al Salvador que se extendiera sobre la Cruz para que pudieran marcar los lugares donde se perforarían los agujeros para los clavos. El Salvador obedeció sin murmurar, pero los hombres malvados no hicieron las marcas de los agujeros en los lugares correspondientes a las dimensiones de Su Cuerpo, sino de manera más amplia para infligirle un martirio nuevo e inaudito …

Los verdugos le ordenaron, por segunda vez, que se estirara sobre la Cruz para poder clavarlo en ella. El Salvador obedeció…Inmediatamente, uno de los verdugos le tomó la mano y la presionó sobre el agujero del brazo de la Cruz mientras otro verdugo tomaba un clavo grande con bordes ásperos y con un martillo le atravesaba (el hueso duro de) la mano de Salvador.

Ana Catalina: Cuando los verdugos percibieron que Su mano izquierda no alcanzaba el agujero… ellos… tiraron de la mano violentamente hasta llegar al lugar preparado para ello. De nuevo se arrodillaron sobre Él, ataron Sus brazos y le clavaron un segundo clavo en Su mano izquierda.

Teresa: Cuando sus manos han sido clavadas, nuestro Salvador levanta Sus dos pies temblando, porque se retuerce de dolor.

Ana Catalina: Le sujetaron una cuerda a Su pierna derecha y la arrastraron violentamente… y luego la ataron lo más firmemente posible. La agonía que Jesús sufría era indescriptible… Entonces sujetaron Su pie izquierdo sobre Su pie derecho y, habiendo barrenado primero un agujero a través de ellos con una especie de perforador, tomaron un clavo muy largo y lo impulsaron completamente a través de ambos pies (que presionaron para que quedaran planos contra la viga).

Josefa: Después de clavar mis manos, ellos estiran sin piedad  mis pies; Mis heridas estallan nuevamente…los nervios se cortan…los huesos se dislocan…¡la tortura es indescriptible!

 San Alfonso: “Entre todas las diferentes clases de muerte, no había peor que la crucifixión”… Pero los dolores de Jesús fueron mucho más allá de todos los demás dolores; porque… el Cuerpo de Jesucristo, siendo perfectamente constituido, era más rápido y sensible al dolor, aquel Cuerpo que fue diseñado para Él por el Espíritu Santo, expresamente con vistas a Su sufrimiento. Tiepoli nos dice que, en la Crucifixión, se dieron 28 golpes de martillo sobre Sus manos, y 36 sobre Sus pies.

Josefa: Ve a tu Jesús extendido en la Cruz, sin honor ni libertad. No puede mover la mano o el pie… No le queda nada. Esta es la crucifixión.

San Alfonso: Mira cómo, en ese patíbulo de dolor, en la crucifixión, sujeto por esos clavos crueles, no encuentra lugar de descanso. Ahora apoya su peso sobre Sus manos, ahora sobre Sus pies; pero en cualquier parte que se inclina, la angustia aumenta. Él vuelve Su cabeza afligida, ahora a un lado, ahora al otro: si Él la deja caer hacia Su pecho, las manos, por el peso adicional, se lastiman más; si Él la baja hacia sus hombros, los hombros son traspasados con las espinas; si Él la inclina hacia atrás sobre la Cruz, las espinas entran más profundamente en la cabeza …

Oh mi crucificado Redentor,
Te adoro en este trono de ignominia y dolor…
Con humildad, entonces, y ternura
me acerco a besar Tus sagrados pies, traspasados por amor a mí…

Mientras Jesús moría en la Cruz, los hombres que estaban a su alrededor no dejaban de atormentarlo con reproches e insultos…Jesús, mientras lo están ofendiendo, ¿qué está haciendo en la Cruz?…Dice San Tomás: Para demostrar el amor inmenso que tenía por los hombres, el Redentor pidió perdón a Dios por sus crucificadores …

Ah, mi amado Salvador, mírame a Tus pies:
he sido uno de los más desagradecidos de Tus perseguidores;
hazlo también por mí, ora a Tu Padre que me perdone…

Jesús, viendo que no encontraba a nadie para consolarlo en esta tierra, levantó Sus ojos y Su Corazón a Su Padre, ansiando alivio de Él. Pero el Padre Eterno, viendo al Hijo usando las vestidura de un pecador, respondió: “No, mi Hijo, no puedo darte ahora el consuelo porque Tú estás satisfaciendo mi justicia por todos los pecados de los hombres.

Y fue la voluntad del Redentor amoroso, añade San Cipriano, morir desprovisto de toda consolación, para darnos  prueba de su amor y atraer hacia Él todo nuestro amor.

Ah, mi Señor, que fue dejado en desolación,
¡sé Tú mi consuelo en mis desolaciones!…

He aquí a Jesús muriendo. Contempla, alma mía, cómo está en Su agonía en medio de los últimos alientos de Su vida. He aquí esos ojos moribundos, ese rostro tan pálido, ese corazón débilmente palpitante, ese Cuerpo ya envuelto en los brazos de la muerte.

Teresa: Todo su Cuerpo comienza a verse azulado, Sus ojos se hunden más profundamente en sus cuencas, Su rostro y su nariz puntiaguda hundida y el color de Su rostro casi gris amarillento.

Josefa: Mira Mi Corazón, no puede contener el ardor con el que anhela entregarse y entregarlo y permanecer siempre con los pecadores. Cómo anhelo que abran sus corazones a Mí, para encerrarme en ellos y que el fuego que consume el Mío fortifique y encienda el suyo …

Con entusiasmo, con vehemencia se sacrifica, se inmola, se da a aquellos que ama… La Sagrada Eucaristía es amor al extremo de la locura.


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Compilado y © 1993 por Terry A. Modica


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