Oración del Papa León XIII a San José para después del Rosario

[ ORACIONES ]

Esta oración a San José fue compuesta por el Papa León XIII y promulgada en su encíclica de 1889 Quamquam Pluries. Este es el mismo papa que compuso la muy conocida oración a San Miguel Arcángel (“defiéndenos en la batalla …”).

El Papa León XIII pidió que esta oración a San José fuera agregada al final del Rosario, especialmente durante el mes de Octubre, mes dedicado al Santo Rosario. Aunque es poco familiar para nosotros hoy, ahora es el momento de divulgarla y hacer que sea bien conocida. ¡Por favor compártela lo más posible!

León XIII fue papa desde 1878 hasta 1903. Durante su pontificado influyó grandemente en la comprensión de la Mariología en la Iglesia y promovió tanto el Rosario y el uso del escapulario. Escribió sobre el Rosario más que cualquier otro papa – 11 encíclicas papales – y por esta razón es conocido como el “Papa del Rosario”. Aprobó dos nuevos escapularios Marianos y fue el primer papa en aceptar el concepto de María Medianera. Aprobó el Escapulario de San José en 1893.

La oración a San José para agregar al final del Rosario viene con una indulgencia parcial (Manual de Indulgencias, conc. 19) y puede ser dicha luego del acostumbrado Salve Reina y las oraciones finales. También puede usarse para finalizar otras devociones Marianas.

ORACIÓN A SAN JOSÉ LUEGO DEL ROSARIO

A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación; y después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa solicitamos también confiados tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, Providentísimo Custodio de la Sagrada Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción; asístenos propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas. Y, como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así ahora, defiende a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protégenos con tu perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir alcanzando en el cielo la eterna felicidad. Amén.

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