¿Has sido acusado falsamente?

¿Has sido acusado falsamente?

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Buscando Misericordia

 

El juicio de Jesús¿Has sido acusado sin misericordia alguna vez? Sea que hayamos sido amonestados correctamente (como la mujer encontrada en adulterio en Juan 8, 1-11) o acusados falsamente (como Jesús el Viernes Santo), nos sentimos terriblemente desacreditados cuando tenemos que soportar la condenación sin perdón.

Si hay alguna verdad en la acusación, si nuestro pecado es genuino, sentir remordimiento no lo hace más fácil aceptar las reacciones ásperas de los demás, por lo tanto, nuestro primer instinto es defendernos más que admitir nuestra culpa y tratamos de justificar o minimizar nuestros pecados. Queremos protegernos de un sentimiento de culpa aplastante.

Pero ¿funciona? No, solo la misericordia puede protegernos. Sólo la misericordia puede confirmar nuestro valor. Sin ella, tratamos de manipular a las personas para que nos quieran, nos aprueben y confirmen. Cuanto más pecamos, más nos desesperamos buscando la aprobación de los demás. Y, cuanto más nos desesperamos, menos remordimiento sentimos por lo que hemos hecho mal, porque el remordimiento es un sentimiento que nos dice que merecemos desaprobación.

Para llenar el vacío y sanar la herida, debemos saber que somos perdonados y aceptados por lo que somos.

Cuando somos falsamente acusados, no nos sentimos menos vacíos y desacreditados. Estamos a merced de otros y ellos nos han rechazado. Sus opiniones aún nos importan. Estamos hambrientos de su confirmación. Tendemos a defendernos y a ofender a aquellos que nos acusaron, lo cual convierte a nuestra inocencia en egoísmo y orgullo, teniendo actitudes sin amor.

Para llenar este vacío y sanar esta herida, debemos saber que estamos protegidos por la misericordia de Dios.

Nadie puede convalidarnos como Dios. En verdad, es sólo la opinión de Dios sobre nosotros la que importa. Sólo Él sabe lo que hay en nuestro corazón. Sólo Él nos ama sin importar lo que hagamos.

Misericordiosamente, Él nos dice: “Yo no te condeno. Te amo. No peques más pero ten seguridad que evitar el pecado no es un requisito para recibir Mi amor.”

Cuando descubrimos la inamovible fidelidad de Dios, eterna, llena de amor por nosotros, somos liberados de la necesidad de la aceptación de las personas. Y cuando somos liberados de esto, somos libres de amar a otros, incluso cuando pecan. No volvemos como Jesús, llenos de compasión y misericordia, diciéndole a aquellos que pecan contra nosotros: “Yo no te condeno. Te perdono.”

Perdonar es un acto de misericordia, no de justicia. El arrepentimiento nos purifica y nos ayuda a crecer en santidad, pero el arrepentimiento no es un requisito para recibir el amor de dios. De la misma manera, perdonamos a los demás, no porque se arrepientan (algunos nunca lo harán) sino porque Dios ha sido misericordioso con nosotros. Como hemos recibido misericordia, damos misericordia.

© 2002 por Terry A. Modica


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