Haciendo las comparaciones correctas

¿Eres un Bernabé? A veces parece que desapareció a la sombra de San Pablo. Durante mucho tiempo, estos dos hombres fueron socios en el ministerio, pero San Pablo es al que recordamos por su abundante correspondencia. Bernabé no fue un apóstol menor, no fue menos importante en la difusión de las Buenas Nuevas. Tenemos una breve muestra en la primera lectura de hoy.

¿Te comparas con los Pablos de tu vida y te consideras menos importante? O tal vez no estás llegando a lograr todo tu potencial en el ministerio, porque estás haciendo menos que otros, dado que piensas que nunca lo harás tan bien como otros.

Las comparaciones son buenas si utilizamos la información para tomar buenas decisiones. Pero, si resultan en elevar a algunas personas por encima de otros, es malo. Niega la dignidad, el talento y la singularidad del llamado individuo “inferior”. Cuando nos comparamos con otras personas, si nos eleva o rebaja, es pecado. Nos paraliza para hacer todo lo que podemos hacer.

Nadie es superior o inferior — simplemente somos diferentes. Todos fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, que es el único Superior. Jesús nos necesita a todos para trabajar juntos como miembros diferentes del mismo cuerpo — su cuerpo en la tierra — para continuar con su misión de hacer de este mundo un lugar mejor y de llevar a más almas al cielo.

Las comparaciones que conducen a sentimientos de superioridad o inferioridad están basadas en la presunción — equivocada — de que conocemos plenamente a las personas que estamos comparando. Cualquier lector que, por ejemplo, comparara su espiritualidad con la mía, no tiene idea de lo que me llevó llegar donde estoy hoy, cuánto me llevó llegar aquí y cuáles son mis errores (excepto mi esposo, que es lo suficientemente misericordioso como para mencionar las faltas que ve diariamente).

La única comparación válida, la única comparación útil es, quiénes somos hoy comparado con lo que fuimos en el pasado. Resumiendo: cuán lejos hemos llegado. Sólo podemos compararnos con nosotros mismos. Esto es lo que nos lleva a arrepentirnos cuando hemos pecado, a sanar cuando descubrimos viejas heridas y a usar mejor nuestros dones.

Nunca, nunca debemos comparar nuestro presente con nuestro pasado por el sólo hecho de encontrar únicamente aquello que no está bien para arrepentirnos o cambiar. No es orgullo felicitarnos por el bien que hay en nosotros, por lo que hemos superado, o por cuánto hemos crecido, siempre que reconozcamos que Dios es la fuente de todo el bien. Aún más, darnos cuenta de que hemos mejorado nos da la fuerza y la luz interior para continuar creciendo, cosa que glorifica a Dios, a cuya imagen fuimos hechos.

Bernabé cumplió felizmente con su llamado como apóstol porque no le importó que Pablo fuera más locuaz, un escritor más prolífico y un predicador más afamado. ¿Eres un Bernabé? ¡No! Eres incomparablemente único y una obra maestra de Dios magnífica, llamado a hacer lo que sólo tú puedes hacer.

Ora con la “Oración para convertirse en instrumento de Dios” en https://buenasnuevascatolicas.org/oracion-instrumento-de-dios/