[ PROFUNDIZA TU FE ]
Algunos escribas respondieron: “Maestro, has respondido bien.” Y ya no se atrevieron a preguntarle más nada. (Lucas 20, 39-40)
Los escribas y saduceos pensaron que le habían hecho a Jesús una pregunta tramposa en Lucas 20, 27-40. Sin embargo Jesús la manejó con gracia. Por supuesto. ¿No nos gustaría a todos poder hacerlo así? Una parte graciosa de esta escritura, a veces pasada por alto, se encuentra cerca del final: “Maestro, has respondido bien.” ¿En serio señores? ¿Quién es el maestro? Los escribas dieron su aprobación como si Jesús fuera un estudiante. Claramente no reconocieron la sabiduría superior de Jesús y, mucho menos, su divinidad. Vemos que lo mismo sucede hoy a nuestro alrededor. Se llama “idolatría del yo”.
La idolatría del yo se revela con más frecuencia en el relativismo moral. Las personas no pueden reconocer la sabiduría superior de Jesús cuando deciden, por sí mismas, qué es correcto y qué no, qué es pecado y que no lo es (si es que alguna vez piensan en la palabra “pecado”). Lo que Dios dice que está mal, ahora se considera bueno y, lo que Dios dice que es bueno, se considera malo y toda persona que está del lado de Dios públicamente, es considerada como equivocada y mala (vemos que esto sucede en las controversias sobre aborto y matrimonios homosexuales).
Pero no sólo los no cristianos son atrapados en la idolatría del yo. Todos necesitamos examinar nuestras conciencias sobre el tema. Si pedimos la ayuda de Dios y luego le decimos cómo debería ayudar, enojándonos o molestándonos si él no lo hace según nosotros decimos, hemos sucumbido a la idolatría del yo. Si descartamos las enseñanzas de la Iglesia, basadas en las Escrituras, porque son inconvenientes (como vivir una relación de tipo matrimonial sin el Sacramento del Matrimonio), hemos sucumbido a la idolatría del yo.
La razón por la cual sucumbimos es porque no hemos podido reconocer la sabiduría superior de Jesús en el tema. ¡Pero eso se soluciona fácilmente!
Una Buena Pregunta
Una vez alguien me preguntó: “Mi primer matrimonio fue nulo, pero el primer matrimonio de mi nueva esposa nunca fue declarado nulo. Por lo tanto no podemos casarnos en la Iglesia, pero me enojé cuando le pedí a mi pastor que bendijera los años que íbamos a usar para nuestra boda y me dijo que no podía hacerlo. ¿Podría explicarme por qué no podía hacerlo?”
¡Esa es una buena pregunta! El hombre que lo preguntaba estaba buscando humildemente una mayor comprensión. Estaba parado en el puente entre la idolatría del yo y la santidad de hacer las cosas a la manera de Dios, incluso aunque fuera inconveniente.
Con el paso de los años, he visto situaciones similares en las que las parejas que se amaban no tenían una comprensión sobre el camino de la santidad, y sobre cómo era el matrimonio feliz y profundo que Jesús ofrece. Por lo tanto, me gustaría compartir contigo la respuesta que le di a la pregunta que me hizo este hombre:
Su pastor no podía bendecir algo que podía representar un pecado. Aunque la pareja no sentía que fuera pecado casarse sin el Sacramento, siempre es pecado cada vez que rechazamos cualquier mandamiento, porque estamos rechazando lo que Jesús mismo quiere darnos. En el matrimonio él desea dar gracias sobrenaturales para la relación. Él sabe de nuestras subidas y bajadas que hasta los mejores matrimonios tienen. Él sabe cuán duro será mantener funcionando nuestros matrimonios. Por eso es que él quiere que deseemos tenerlo a él plenamente presente nuestras vidas y relaciones, y eso es lo que los sacramentos activan.
La razón por la cual el sacerdote no podía bendecir los anillos de bodas es porque no podía tener la certeza de que el primer matrimonio de la mujer era nulo, el nuevo matrimonio podría ser adulterio. Por amor y preocupación por la pareja, él no quiere contribuir con ningún pecado, diciéndolo claramente, prefería errar por precaución.
Y el sacerdote, para elegir el camino de la santidad, no debe cometer idolatría del yo decidiendo por sí mismo si el primer matrimonio de la mujer era válido o no. ¿Necesitamos más sacerdotes como él, serio al elegir el camino de la santidad!
La idolatría del yo sucede cuando nos encontramos en una situación que no nos gusta y elegimos tomar el camino fácil. Por ejemplo, enfocándonos en nuestros problemas en lugar de en las promesas de Dios, parece necesario elegir métodos no celestiales y anticristianos para salir del paso.
Hebreos 12, 1-4 describe nuestro camino al cielo como una carrera. Estamos en una maratón de por vida, corriendo una carrera contra nuestras propias tendencias al pecado. Lo que nos hace ir lento es el peso muerto de los pecados que aún no hemos identificado, de los que no nos hemos arrepentido o de los que aún no hemos sometido a la misericordia de Dios.
A menos que deliberada y conscientemente peleemos contra el pecado y nos esforcemos por recibir las bendiciones del Sacramento de la Reconciliación y, a menos que prestemos atención durante el Rito Penitencial al comienzo de la Misa, seremos vencidos por las tentaciones y dudas y tropezaremos y golpearemos el pavimento con nuestras espaldas.
Para lograr una victoria real, debemos implementar la forma de amar de Cristo, incluso si esto significa sacrificar nuestras propias preferencias. La victoria nunca se encuentra en el lado fácil de la cruz, se encuentra en el lado opuesto, el lado de la resurrección que viene solo después de entregar nuestras vidas por las formas de Cristo.
No hay solución gloriosa para las dificultades sin morir a nosotros mismos y clavar nuestros deseos personales en la cruz de Cristo. Como seguidores de Cristo, debemos aceptar nuestras dificultades como los dones que realmente son.
Estoy segura que fue decepcionante para la pareja cuyo sacerdote no bendijo sus anillos de boda. Pero Dios los estaba invitando a cambiar por un amor más perfecto el uno por el otro y más humildad en su relación con él. Dios los estaba invitando, no a que se detuvieran en la negación del sacerdote, sino a ir hacia adelante hacia una mayor fe, una santidad mayor y una unión más profunda con Cristo.
© 2018 por Terry A. Modica
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