San Alfonso: Luego de haberlo proclamado reo de muerte… el gentío decide maltratarlo toda la noche con golpes, bofetadas, patadas, tirándole de Su barba e, incluso, escupiéndole Su rostro, burlándose de Él por falso profeta.
Ay, mi Jesús ¿cómo es que Tú
eres tan humilde y yo tan orgulloso?
Oh, Señor, dame luz, hazme saber
Quién eres Tú y quién soy yo.
“Ser escupido es sufrir el máximo insulto,” dice Orígenes. ¿Dónde vamos a escupir sino en los lugares más asquerosos?
Josefa: Contémplame en la prisión donde pasé la mayor parte de la noche. Los soldados vinieron y, agregando palabras a las injurias, Me insultaron, se burlaron de Mí, Me ultrajaron y Me dieron golpes en Mi rostro y en todo Mi Cuerpo. Cansados, Me dejaron atado y solo en la oscuridad, en un lugar maloliente donde, sentado sobre una piedra, Mi Cuerpo dolorido estaba acalambrado de frío…
En la prisión soporté frío, insomnio, hambre y sed, dolor, vergüenza, soledad y abandono. Allí pasaron, frente a los ojos de mi mente, todos los tabernáculos donde, en el curso de los años, me faltaría el abrigo del amor… y con frecuencia esperaría por este alma, o aquella, que Me visitaran en el Sacramento Bendito y Me recibieran en sus corazones…
Y, en la prisión, cuando Me empujaron y Me dejaron caer al piso, atado e indefenso, tantos estaban presentes en Mi mente, que hubieran preferido un momento de satisfacción a Mí.
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Compilado y © 1993 por Terry A. Modica
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